¿Puedo tutearte?

    26 ene 2024 / 09:01 H.
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    El semáforo cambió y echamos a andar. Ella —grande, más alta y resuelta que yo— venía de frente, y dijo al cruzarnos ¿nos conocemos? ¿puedo tutearte? No la conocía, o eso creí, y continué sin mirarla, sin hacer caso. Pero me volví (nunca se sabe por qué) la alcancé y anduvimos hombro con hombro, mirándonos de soslayo. Aquel fue un otoño intempestivo. El golpe de viento y agua nos empujó a buscar refugio en la cafetería próxima a Cibeles, que miraba hacia el Prado de los Jerónimos y después vuelta encarando hacia Sol. “No, dame tú el tuyo y yo te llamo ¿vale?: me negaba el teléfono cuando se lo pedí” Dos años después llamó ¡por fin nos vimos! Aunque yo albergaba otra pretensión, solo cupo entre nosotros un inocente té con pastas. También se despidió sin darme el teléfono. Yo te llamo, fue lo que dijo. Pasaron tres o más años, quizás más, y volví a encontrarla por casualidad. Me acomodaba afanosamente en el vagón, reconoció ella mi mirada, y exclamó ¿nos conocemos? ¿puedo tutearte? Cuando el tren llegó a Atocha, desembarcamos y nos despedimos, ella no solicitó mi teléfono. Me volví rápido a reclamar el suyo, pero estaba lejos, casi al final del andén. Iba cogida del brazo de alguien.

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