Proteccionismo o libertad (II)

    15 abr 2025 / 09:14 H.
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    Durante la semana pasada asistimos al enésimo volantazo –seguro que no el último- en la guerra comercial y arancelaria desatada por el inefable personaje que desde el pasado mes de enero “reina” en la Casablanca y que se ha autoimpuesto hacerlo en el mundo global. Sí, tras reiteradas amenazas y concreciones de subidas arancelarias, primero a México y Canadá, después a China, a la Unión Europea (UE) y a todos los países del planeta, el miércoles 9 de abril dejó en suspenso durante 90 días estas barreras impositivas a las importaciones que realiza USA, excepto para el gigante asiático al que sigue castigando.

    ¿Rectifica? ¿Aplaza? ¿Se rinde? El daño ya está hecho, tal y como titulaba su información el diario CincoDías el martes 8: “La bomba arancelaria destruye 9,2 billones de valor en Bolsa, la mitad del PIB de la UE”. Por su parte, JP Morgan y Goldman Sachs –bancos americanos de inversión- vienen alertando reiteradamente sobre el más que evidente riesgo de recesión económica, primero en los Estados Unidos y, a partir de ahí, en todo el mundo. Inflación, desempleo, inhibición de la inversión, depreciación de las diferentes divisas internacionales –sobre todo del dólar-, mayor déficit público, problemas para refinanciar la deuda soberana, subidas de los tipos de interés, etcétera. La verdad es que podríamos continuar alargando mucho más el listado de males que acarrea la delirante política proteccionista “trumpista”.

    Como economista puedo alcanzar a comprender y explicar muchas de las crisis que nos han golpeado en el pasado reciente. Por ejemplo, la Gran Recesión de 2008 vino a ser el final de un largo ciclo de crecimiento en el que se cometieron muchos excesos –burbuja inmobiliaria, expansión continuada del crédito, ausencia de controles y generalizado incremento del precio de los activos-, como también es comprensible la crisis generada a partir de 2020 por la pandemia del coronavirus, con un fuerte impacto económico derivado de las limitaciones a la movilidad, con los consiguientes shock de oferta –por la interrupción de la cadena global en los intercambios internacionales- y de demanda –al decretarse el confinamiento de la población-. Sin embargo, carece de toda lógica económica que se desate una crisis por la decisión unilateral e injustificada de un solo país –USA-, al amparo de unos supuestos déficits comerciales que teóricamente perjudicaban a una economía que gozaba de un importante crecimiento, con un mercado de trabajo próximo al pleno empleo y que lideraba el panorama tecnológico, armamentístico y económico del mundo global. No, no tiene sentido que un único Estado –liderado por un “Napoleón” o “Hitler” del siglo XXI-, pueda poner al mundo en jaque y desatar una crisis de dimensiones planetarias. Está claro que algo estaba haciéndose mal, que estábamos poniendo “demasiados huevos en la cesta estadounidense”, que nuestra dependencia del “amigo americano” era excesiva. Rectifiquemos, pero no vayamos a cambiar ahora al “amigo chino”, que puede ser tanto o más peligros que el otro.

    ¿Por qué Trump no ha aguantado el pulso? Porque han empezado a surgir con fuerza voces internas alertando sobre los peligros que se ciñen sobre su economía. En efecto, el dólar estaba ya cotizando a la baja –efecto inicialmente deseado para ganar competitividad-, pero que empezaba a agudizar los peligros de inflación y a alertar sobre un inicial estancamiento y posterior recesión económica. Hasta los títulos del Tesoro, tradicionalmente considerados como valor refugio libre de riesgos, comenzaban a tambalearse al exigir los inversores rentabilidades cada vez más altas. En definitiva, que inversores, empresarios y los “amigos superricos de Trump” han comenzado a verle “las orejas al lobo” y le han exigido una rectificación, de momento presentada como transitoria, aunque ya se verá.

    Termino pronunciándome, tal y como lo hacía el pasado 31 de marzo en estas mismas páginas, por la libertad de comercio y la apertura, garantía de crecimiento en una economía competitiva, así como contrario al proteccionismo “trumpista”, que solo trae recesión y ruina.



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