Prioridades de la ciudadanía
Solo basta con analizar los diferentes estudios sobre lo que más preocupa a la ciudadanía española y podremos encontrar los clásicos temas como la salud, la educación, la vivienda, el empleo y un largo etcétera que se repite de manera constante a lo largo del tiempo. Pero, curiosamente, estas preocupaciones que las personas manifiestan no son coincidentes con las que se expresan por la clase política. Pareciera que hay dos realidades distintas entre los que sufren las particularidades del día a día y los supuestamente encargados de cambiarlas mediante propuestas políticas de largo alcance. Podríamos decir que las prioridades de la ciudadanía fluctúan entre lo individual de cada uno (sus necesidades expresadas) y lo colectivo regulado por la clase política. Esta situación afecta a todas las dimensiones de nuestra vida, es decir, a lo que concierne a la educación, a la sanidad, al empleo, a la vivienda, al estado de bienestar, a la igualdad... Podríamos poner ejemplos de cada una de ellas. En el ámbito de la economía, mientras que para el Gobierno (gobiernos) la preocupación a nivel macro es la competitividad económica, para la ciudadanía se centra en los problemas económicos inmediatos que tienen que ver con los salarios, la inflación y la subida desorbitada de precios. Existen elementos de coincidencia, pero las preocupaciones individuales se diluyen en enfoques más amplios, más colectivos, que no satisfacen sus necesidades. Lo ponía de manifiesto el Rey Felipe VI en su reciente discurso en los Premios Princesa de Asturias, indicando que vivimos en un mundo que se debate entre dos extremos inquietantes: el individualismo y la comunidad, proponiendo la necesidad de encontrar un camino intermedio entre el valor del individuo y el respeto por lo colectivo con una finalidad que no es otra que la de mejorar la sociedad en la que vivimos y, para ello, es necesario que coincidan en un punto de encuentro las prioridades de la ciudadanía y las de la clase política mediante su órganos de gobierno. Vivimos hoy en una sociedad en la que, en el ámbito de las nuevas formas de las decisiones políticas, lo más característico es la incertidumbre que embarga al ciudadano ante la dificultad que encuentra de delegar su voluntad en órganos con capacidad de dar respuestas. Sin embargo, no por ello desaparece el poder de la nueva sociedad, sino que se desempeña en un nuevo ámbito: allí donde los ciudadanos encuentran déficits estructurales para la pervivencia de su entorno, de su medio social. La política se transforma de este modo en asunto de gestión de la propia ciudadanía, tomando decisiones para lograr sus fines. Aparece así la participación como una actitud insoslayable en el nuevo ciudadano que está emergiendo ante la pasividad de la política. Por todo ello, podemos afirmar que las prioridades de cada uno han de elevarse hacia propuestas colectivas que puedan satisfacer las necesidades. Para algunas personas su prioridad es llegar a fin de mes sin agobios, para otras encontrar un trabajo digno, para otras, poder acceder a una vivienda, para otras solucionar sus problemas de salud de manera eficaz y eficiente y así podríamos citar multitud de casos. Estas preocupaciones-prioridades tienen que tener un reflejo en las políticas colectivas mediante, por ejemplo, planes de acceso a la vivienda (¿cuántas viviendas se han prometido por todo el espectro político en los últimos años que han quedado en la nada?) y acciones político-legislativas para todas las demás preocupaciones y que por cuestión de espacio sería imposible desmenuzar. Podríamos deducir, por tanto, que las relaciones de experiencia de la vida cotidiana están cambiando y que no se pueden soslayar con cortinas de humo porque de estos cambios están apareciendo personalidades flexibles, capaces de llevar a cabo un continuo reajuste del yo —un continuo aprender— en lugar de la tradicional adaptación de manera pasiva a un sistema normativo unívoco y de roles sociales prefijado. Hoy en día las personas “están produciendo” formas de sociabilidad en lugar de seguir modelos de conducta.