Porvenir

    30 dic 2019 / 08:46 H.
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    En algún momento tendré que empezar a echarle cuentas al futuro de los animales con los que vivo. Hasta ahora no calibro la idea de que cualquier imprevisto me mate en los próximos veinte años, aunque, como a todos, me acechen un montón de ellos. No se trata de valentía, supongo que a los cuarenta y siete, por una mera cuestión de probabilidades e insensatez, pasar de la muerte se erige en lo correcto; y, por otra parte, también supongo que en el fondo me importa más mi propio bienestar que el futuro sin mí de tres perros y un par de gatos: ellos me vienen bien, me acompañan, le dan sentido a algunos días, y quiero imaginar que llegado el caso mis hermanos se encargarán de reflotar mi particular arca de Noé. Rocío Ruiz, mi vecina de la Venta del Pescador y, sobre todo, el núcleo del alma de la sierra que crece a orillas del río Madera, lo hizo con Paco, el loro de una amiga suya, y esos pájaros viven tanto que es fácil que termine aprendiendo nuevas palabrotas en otro hogar; y yo mismo me quedé con Martina, la perrita de mi madre. Qué idiotez, el futuro no es más que una suerte de inercia, y las manzanas que tira y no recogemos nosotros se las comen otros. Ponme otra, anda.

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