Paso de cebras

    03 ene 2024 / 10:05 H.
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    Quien avisa no es traidor. Digo esto porque la circulación en Jaén a veces parece grotesca y maliciosa, ya que si te descuidas unos segundos te puedes ir a la casa de Vejeto, el antiguo conserje del cementerio de San Eufrasio. El semáforo es el chivato de la circulación vial y peatonal. No te fíes de estos dos ojos vacilantes y bicolores porque te pueden laminar como una anchoa de Santoña, que tanto regalaba a sus amistades preferidas el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, ya que algunos desaprensivos a los que había que quitarles a eternum el carné de conducir, se saltan a la torera el color rojo como si fuera un maletilla espontánea a la luz de la luna llena y como maleta llevaba un hato con la ropa de torear y cuatro mendrugos de pan por si les daba gana de comer por el camino. Sobre el semáforo Wenceslao Fernández Flores, el prolífico y brillante escritor gallego, escribía que la mejor forma de pasar un semáforo era llevar en cada mano una pistola. Precisamente El Malvado Caraval, libro de este autor, se lo regalé al colaborador de este periódico Antonio Negrillo, un poeta de Jaén que merece mi más entusiástico abrazo, pues su forma de escribir ya la quisiera yo tener. Las normas de circulación se deben llevar a la práctica con rigurosidad, si no queremos convertir el asfalto en la vía dolorosa.

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