Paradojas de la Navidad

    28 dic 2025 / 08:52 H.
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    En plena efervescencia de las fiestas navideñas las emociones afloran como en ningún otro período del año. Cuando vea la luz este artículo ya habremos celebrado la parte religiosa de las fiestas con la conmemoración del nacimiento de Jesucristo, no en vano navidad significa natividad, nacimiento. Dentro de unos días exaltaremos la finalización del año y la bienvenida a uno nuevo, con un carácter netamente universal en todo el planeta, para finalizar con la festividad de los Reyes Magos. Navegamos en estas fechas entre la fe y la religiosidad y el consumismo y el despilfarro, pero también entre valores como la solidaridad, el amor a la familia, el encuentro entre amigos y una socialización profunda que no se produce en otras épocas del año. En estos días repetiremos con una frecuencia inusitada la frase de “¡Feliz Navidad!” y pocos días después “¡Feliz Año Nuevo!” La primera paradoja que podemos observar es que una sociedad bastante acelerada, que piensa en el futuro de manera constante, se paralice en unas fiestas para celebrar un acontecimiento que surgió hace más de veinte siglos. En segundo lugar, es sorprendente que un mundo obsesionado con el consumo, la riqueza y el bienestar, celebre con derroche el nacimiento de un Niño en suma pobreza. Pero quizás lo más destacable, en mi opinión, son las paradojas emocionales que se generan durante la navidad porque, aunque estas fiestas traen consigo felicidad, ilusión y esperanza también acarrean nostalgia, tristeza y en muchas ocasiones soledad. Esto nos hace reflexionar sobre que no todas las personas viven de igual manera la festividad navideña. El problema es que durante mucho tiempo nuestra sociedad se ha preocupado por conocer cuáles han sido las pautas más habituales y comunes en todos los aspectos de nuestra vida, generando la cultura de la “norma” que, a su vez, crea unas expectativas iguales para todos a modo de socialización pautada gracias a la cual todos tenemos que pensar, sentir, hacer y estar dentro del mismo pentagrama y orquestados en la misma clave de sol. Pero por desgracia no es así ya que la homogeneización cultural-social implica inexorablemente la exclusión de los menos favorecidos, que puede anular la universalidad de las personas en las sociedades complejas. Existen condicionamientos diversos que hacen que podamos llegar a ver como anómalo lo que son condiciones normales de una realidad, en la que podemos detectar graves situaciones que oscilan entre las diferencias y las desigualdades y que provocan lo que podríamos denominar la “brecha navideña”. Esta festividad en nuestro país nos muestra, así, un espejo de las desigualdades sociales y económicas que afectan a millones de personas, que durante la celebración de estas fiestas sufren una doble desigualdad: la económica, que restringe el acceso a lo que pudiéramos considerar lo más básico, y la emocional, que margina a los que no pueden festejar como es la tradición. Estas situaciones de desigualdad se dan durante todo el año y para muchos pasan desapercibidas, pero es cierto que la navidad las incrementa y hace que podamos visibilizar que el aumento de consumo generalizado no se reparte de forma homogénea entre clases sociales o territorios. Es la paradoja entre la tradición de la unión familiar y social y el consumismo desenfrenado. Celebrar estas fiestas puede y debe ir más allá de luces y regalos, transformándose en momentos para compartir, actuar y construir un futuro más justo y solidario que apueste por la equidad y la inclusión. Para situarnos en este escenario necesitamos de nuevas estructuras de pensamiento que nos permitan encontrar la forma de adaptarnos a él y explorar sus fortalezas y sus debilidades, sus amenazas y sus oportunidades, pero sobre todo estar preparados para experimentar el drama de una globalización que excluye. Un pensamiento para reflexionar: la pobreza no quita solo lo material, sino que también arrebata la posibilidad de compartir y de soñar. ¡Feliz Navidad para todas las personas!

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