Obras son amores

15 oct 2025 / 08:32 H.
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Si algo aporta calidad de vida es una celebración, no solo porque estemos en fiestas, que también; sino porque nos hemos liberado del acoso publicitario sobre la opa hostil. ¡Qué descanso! Defenderse es lógico: ser absorbidos supondría perder el control sobre las inversiones en su territorio y la vocación de reinversión local que dio origen a su identidad. El dinero no entiende de patria, si bien la construye. El dilema ético es invertir por ganar rápido en cualquier lugar o hacerlo en lo que te identifica, aunque el beneficio sea a medio plazo. Identidad entre olivares y no palabras. Ser cooperativista o accionista. En una provincia llena de estadísticas como excusas y promesas incumplidas, el desarrollo local no puede construirse con economías que extraen y se van fuera, sino con quienes reinvierten donde nacen los beneficios. A diario vivimos nuestra propia opa provincial y cada uno debe saber la camiseta del equipo que viste. El postureo no contribuye al crecimiento de Jaén.

Tenemos un instrumento cooperativo, la Caja Rural de Jaén. Un caso singular que facilita el desarrollo provincial que cumple sobradamente con los parámetros del desarrollo rural sostenible. La Caja Rural no necesita cifras infladas para justificar su papel. Con 3.804 millones de euros en activos, dato auditado de 2023, y un beneficio neto de 43 millones en 2024, por cuota de mercado su peso financiero es elevado, sostiene 0,5 del flujo financiero provincial por tamaño financiero no compite con grandes bancos, pero su influencia territorial los supera con holgura. Es la única cumple con la proximidad territorial. Está presente en los 97 municipios de la provincia y mantiene 140 oficinas, más que la suma de las oficinas del segundo y tercer banco implantado en Jaén. Están abiertas allí donde la rentabilidad no es la finalidad, donde ya no existe ni oficina de correos. En lugares como Hinojares, con 349 habitantes, o en enclaves tan extremos como Santiago de la Espada, a casi tres horas de la capital más cercana. La Rural de Jaén, prejuiciosamente definida por algunos como “banco de pueblo”, es la única cuyas sucursales atienden, de media, a unas 4.400 personas —la mitad que CaixaBank—, lo que reduce la exclusión financiera, aunque no siempre sea rentable. Es, en realidad, una infraestructura social frente a la despoblación, una herramienta solidaria que compensa pérdidas con ganancias para el crecimiento de la provincia. Reinvierte en Jaén: parte de sus beneficios sostienen la Fundación, que en 2024 llegó a más de 100.000 personas con proyectos sociales, culturales y agrarios. Impulsa la sostenibilidad del olivar desde Olivarum y sus laboratorios, porque el oro verde no cae del cielo. Fomenta cohesión: colabora con ayuntamientos, universidades. Genera más de 570 empleos directos estables. Mueve la vida diaria: concede crédito a cooperativas, explotaciones familiares y pequeños comercios.

El desarrollo es social, más allá del Producto Interior Bruto, es confianza. Y esa, en Jaén, aún se firma a mano, de frente a quienes te reconocen por “quién eres”, una persona; y no por “qué eres”, un cliente numerado en una pantalla con atención limitada. En la Rural de Jaén todavía hay trato, no trámite. Lástima que eso no cuente en los indicadores de progreso. Aquí cuenta la camiseta. Obras son amores, y no buenas razones.

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