Nunca más

06 jul 2020 / 16:33 H.
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No echo de menos el tiempo dedicado a la construcción de un “nunca más” efectivo y duradero, pero sí me apena el descreimiento que origina su ausencia. En lo personal, saber que la única renuncia irrompible es aquella que se traiciona a sí misma nos ahorra berrinches innecesarios y nos permite afrontar los fracasos con la cantimplora medio llena. Sin embargo, en lo colectivo el panorama cambia, porque la pérdida absoluta de fe en un proyecto tan vital como un “nunca más” nos abandona frente a un pelotón de fusilamiento que no termina de apretar el gatillo. Y la vida entonces, ante semejante amenaza, si no pierde su sentido, sí que deja de presentarse tan hermosa. Conocemos nuestros talones de Aquiles: toda vez que pasa la tormenta, somos capaces de contabilizar los litros de agua caídos por metro cuadrado, la fuerza y dirección del viento, los daños personales y materiales que ha causado y, sobre todo, cómo debemos maniobrar para evitarlos cuando otra tormenta se suceda. ¿Por qué diablos no aprovechamos ese impás para levantar diques de la altura requerida? ¿Estamos tontos o qué? Nunca más al fascismo. Nunca más a la homofobia. Nunca más al machismo, al racismo, a cualquier clase de desigualdad o discriminación. Nunca más como Nuevo Catecismo. Nunca más, joder.

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