Murió Francisco

20 may 2025 / 08:46 H.
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Sí, ha muerto el Papa, viva el Papa. Desde el reconocimiento de San Pedro, la Iglesia se ha gobernado, ya en 267 ocasiones, nombre tras nombre:. a Papa muerto, Papa puesto... Pudo irnos mejor, sin embargo, tampoco nos fue mal si tenemos en cuenta los desgarros y cicatrices que dejan las confesiones religiosas y las ideologías de pulso político. Por cuanto al catolicismo se refiere, cuenta con personas que miran mucho a la derecha, pero también, cada día más, al revés. De aquí, a uno y otro lado, la necesidad de pensamientos que, con el sosiego pertinente, permitan la oportuna equidistancia para gobernar desde la centralidad de un grupo de creyentes muy numeroso: un millón cuatrocientas seis mil personas distribuidas por el mundo, según internet, con tendencia a crecer y, por consiguiente, a cultivar una manera de religiosidad, en uno u otro sentido, sensible a su estado y posición ideológica.

Hace años, Gonzalo Fernández de la Mora, Ministro de Obras Publicas con Franco, autor de “El crepúsculo de las ideologías” y destacado tecnócrata tendente al pensamiento del neoyorkino Daniel Bell, sociólogo y profesor de la Universidad de Harvard, abogaba por aquellas, otrora, nuevas tecnologías, hoy no tan nuevas, de marcado reflejo en España. Tiempo, entre 1958 y 1963, eclesiásticamente gobernado por Juan XXIII, cuya figura, venerable y llena de humanidad era percibida de modo muy otro a la de Pio XII. Más próxima a la del Cardenal pintado por Rafael en tiempos del Papa Julio II, que a la del San Pedro, cuya tipología del apóstol más aceptada también procede, cómo no, de aquel San Pedro interpretado por Finlay Currie en “Quo Vadis”. Tiempo de contrastes. Años vividos bajo la paternal figura de aquel pontífice de ejemplar sencillez. Con todo y, posiblemente de todo, un larvado ideológico de romanticismo, bien dispuesto para leer “El fenómeno humano” de Teilhard de Chardin y escuchar audiciones en las que dominaba Músorgski con ”Una Noche en Monte Pelado”, pero también la “Misa Luba”, cuyo cenit era su Kirie, la “Misa Criolla”, la Flamenca... En fin, un todo sin más orden que el sentimiento y una conjunción de cábalas que nos acercaron a un periodo más justo y mejor, afanados en hallar un discurso limpio y abierto que hoy, en días tan llenos de guerras, quiebra la ilusión de aquella inercia tan escurridiza como deseada. La cerrilidad, a izquierdas y derechas, es manifiesta en una sociedad conducida por la urgencia de acotar posiciones personales y privilegios. Marco efectivo para fomentar toda clase de infundios y descalificaciones en cualquier sentido. De tal suerte, las personas más honorables, pueden quedar sometidas al albur del difamador que desee conducirlas bajo cualquier sospecha. Método ruin, con territorios fácilmente habitables por una confusión creciente, orquestada y silenciosa que, sin levantar polvo alguno, recorre espacios de largo itinerario, bien dispuestos para la habitabilidad de un germen perverso en contacto con las ideologías mostradas en abierto y de modo permanente. Fértil horizonte para inocular en la sociedad la menesterosidad y un humanismo castrado y voraz, incapaz de impedir el deterioro moral de esta amplia territorialidad conducida por un pensamiento llamado occidental.

De tal suerte, la creación, escasamente perceptible, de un arma nueva para el combate ideológico, pero también, un concepto de acción que tiene que ver con una digitalización que, lejos de facilitar la interculturalidad, fomenta su aislamiento y, enseguida, la inmediata obediencia al grupo de referencia por invasivos y ponzoñosos que puedan resultar sus vilezas. Otrora, hijas del rumor y la tecnología; hoy, cuidadosamente diseñadas merced a un nuevo poder: el de la inteligencia artificial.

Con todo, el acomodo en un marco para el aislamiento, cuyas principales armas vienen de la confusión que padecemos en una sociedad en disfunción ganada por el infundio y compleja para comprender en su pluralidad por el propio mundo contemporáneo que la ha generado. Hablamos, de un nuevo territorio que, en ciertos momentos, proporciona la lógica de aquellas o estas personas refugiadas en el grupo dominante. Territorio abonado para los más avispados, cuyos servicios suelen resultar bien remunerados con honores y sinecuras que, observados con detenimiento, reclaman la práctica de la descalificación y el insulto desmesurado expresado a través del más grueso trazo ofensivo y descalificador con el que, no en pocos casos, hemos utilizado, unos y otros, a la hora de oscurecer la andadura de un Papa tan respetable como Francisco, fallecido el pasado día 21 de abril y, no lo olvidemos, correspondiente y servidor de un credo sacerdotal procedente de un vasco, Ignacio de Loyola, cuya predica, desde el comienzo de la Compañía de Jesús por él fundada, no ha dejado de laborar, de uno u otro modo, en favor de los desheredados. A mi ver, esta ha sido la línea seguida por el papa Francisco, descanse en paz.

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