Más ingenuo, menos ingenio

    15 mar 2025 / 09:30 H.
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    El arte de manipular o engañar con astucia no es nuevo. Ya en la Antigua Grecia, los sofistas dominaban las famosas falacias, razonamientos falsos que parecen convincentes. Por ejemplo: afirmar que algo es verdad porque no se ha probado lo contrario —apelación a la ignorancia—, pintar un futuro terrible si actúas diferente a lo que ellos quieren —pendiente resbaladiza—, atacar a la persona en lugar de la idea —ad hominem—, presentar solo dos opciones como si no hubiera más —falsa dicotomía—, dar algo por verdadero sólo porque lo defiende alguien “influyente” —apelación a la autoridad— o extraer conclusiones generales de casos particulares insuficientes —generalización apresurada—. Todo esto era propio de grandes oradores y expertos en debate. Pero hoy, hemos caído muy bajo. No solo en el razonamiento, sino en la valoración de la inteligencia colectiva. Se nos miente sin vergüenza ni consecuencias, a pesar de las hemerotecas. Pues no olvidemos tú que me lees y yo que te escribo: si alguien nos miente una vez, es su culpa; pero si nos miente dos veces, la culpa es nuestra. Estemos atentos, pues como dijo Marco Aurelio: “Todo lo que oímos es una opinión, no un hecho. Todo lo que vemos es una perspectiva, no la verdad”.



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