Mahoma dixit

10 nov 2025 / 08:21 H.
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Si la montaña no viene a mí... Mírelo usted mismo, DonMinistro de los trenes. Hágaselo subir desde la hemeroteca, y mire usted mismo la página 5 del periódico del pasado 28 de octubre, a ver si no le pasa lo mismo que me pasó a mí. Vea a ver si no es para que le entre el canguelo con solo reparar en el enfatizado en negrilla que se recoge al final del artículo de mi colega Tomás Afán titulado “Incidencia en Jaén”. Eso mismo. Ahí mismico, bajo la foto que adorna lo escrito, donde se amaga el “aviso a caminantes”: “En futuros desayunos pudieran verse obligados a rociar sus tostadas con...¡aceite de girasol!”. ¿Qué? ¿Qué me dice? ¿Es o no es para mandar una alarma general a todos los telefoninos del mundo, alertándoles de las secuelas que pudieran derivarse del hecho de tener tan aislada del resto del mundo a esta tierra de Jaén, ferroviariamente hablando? Esta tierra nuestra que, de puro desconsuelo, llora AOVE para engrasarle las bisagras del olvido a quien sea.

Con el trasiego de mensajes que me traigo con usted sin respuesta por más señas− me pregunto cómo no se me había ocurrido a mí antes lo de amagar con una huelga general de aceite de oliva que les deje las tostadas temblando, y sesenta y seis millones de olivas de brazos caídos a las puertas de Europa.

Ya sabe usted cómo son las huelgas. Se sabe dónde y cómo empiezan, pero nadie sabe cómo y dónde acaban. Pudiera ser que el aceite de las tostadas del mundo se emborricara en no pasar Despeñaperros a lomos de acémilas, y se quedara al otro lado, hasta que usted, (o quien mande en usted), decida lo de echar las vías por donde deben ir para acarrear en condiciones tanto a viajantes como pitanzas. ¡A saber cómo acabaría la cosa! Las tostadas europeas sitiadas por la pringue del aceite de girasol; las lavativas, envilecidas con sebo porcino. Y hasta los santos oleos aplebeyados con aceite de colza. ¿Se apercibe usted, DonMinistro, de por qué le alertaba sobre los casuales efectos de no darle una salida digna a nuestro aceite?

Aprovecho que estoy leyendo yo un librejo titulado “Ensayos sobre moral y política”, escrito por un tal Francis Bacon, para, por si acaso, hacer lo que ese libro apunta sobre lo que dijo Mahoma cuando se le resistió lo de hacer milagros por falta de maestría. “Si la montaña no viene a Mahoma, Mahoma irá a la montaña”. O como canta Alberto Cortez: “Si la montaña no viene a mí, yo me voy a la montaña”. Pues eso; que si Jaén no viene a mí, yo me voy a Jaén aunque no haya AVE, como Dios me dé a entender y por mi cuenta. No es cosa de seguir dependiendo de usted. Está visto que, mientras usted sea el DonMinistro de los trenes, una servidora tiene poco que hacer para poder ir y venir en condiciones a/desde mi tierra sin que una nueva “incidencia” me deje tirada en mitad de cualquier secarral sin servicio de desayuno incluido.

Añado: como no estoy dispuesta a desayunar ampollas de aceite de ricino, o con mejunjes de manteca de marranillo, ni aunque venga con zurrapas belloteras, aquí me tiene usted, activando mi traslado a Jaén, donde pienso establecerme por lo que me quede de vida o por lo que a usted le quede de DonMinistro de los trenes. Y no es que yo le tenga la menor ojeriza. ¡Líbreme Dios! Es que, visto lo visto, para mí que está usted gafado o alguien le ha echado maldeojo. Y ya sabe −o, a lo mejor, no lo sabe−como somos de agoreros por estas tierras. No quisiera yo que, por una carencia de pan y aceite, se me revirara el ánimo y acabara emplazándolo ante el Tribunal de los Trenes como dicen que hicieron los Carbajales con el pobretico de Fernando IV, que la palmó de un síncope a plazo fijo, por cierto, en las estancias del Arco de San Lorenzo de nuestra ciudad, donde no me extrañaría a mí que, con los últimos alientos, le diera por dolerse de lo lejos que le quedaba su Valladolid del alma donde, en 1295, fue presentado a Las Cortes por su madre, doña María de Molina. Pero esa es otra historia que ya le contaré si el cielo nos da vida. Y ganas a usted y a mí.

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