Macro versus micro

    08 nov 2025 / 09:09 H.
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    Muchos de nosotros hemos oído en tertulias radiofónicas y televisivas e, incluso, en nuestros círculos más cercanos aquello de: “Vale, en España la macroeconomía va bien, pero la micro es un desastre”. ¿Verdad que sí? Hasta es muy posible que algunos o muchos de ustedes lo hayan afirmado alguna vez. Esto no es absolutamente cierto ni tampoco falso, ya que como en casi todos los aspectos de la vida hay verdades a medias y falsedades que deben ser desterradas. Soy consciente de que esta afirmación en muchas ocasiones lo único que tiene detrás es la intencionalidad política de negar los éxitos del gobierno de turno. Ahora bien, en otros casos sí que existe buena voluntad y lo único que trata es de reconocer que la bonanza económica del momento no llega con igualdad a todos los sectores de la población.

    Empecemos, para aclararnos, recurriendo a los clásicos manuales de Economía para ver el significado exacto de estos dos términos. Paul Samuelson nos dice que la macroeconomía es el “análisis de la conducta de la economía en su conjunto, de la producción, la renta, los precios y el desempleo”, mientras que la microeconomía “aborda el estudio de las empresas, los individuos o los mercados”. Permítanme algunos ejemplos. La microeconomía se ocupa del precio de los alimentos o de los combustibles, mientras que la macro nos ofrece información y análisis sobre la evolución de los precios y sobre las causas y consecuencias de la inflación. La micro analiza cada artículo del comercio exterior, desde la exportación de automóviles hasta la importación de microchip. La macro, por su parte, examina las tendencias globales de las importaciones y de las exportaciones y su relación con el tipo de cambio del euro y del dólar. Soy consciente de que la frontera es, a veces, demasiado delgada y, por lo tanto, difícil de comprender.

    Quizá sea más fácil de entender si lo vemos en el momento actual de la economía española. Nuestra macroeconomía va muy bien según todas las fuentes y organismos internacionales a los que recurramos. Recordemos que hace muy pocos meses The Economist eligió a España como la economía con mejor desempeño de todo el mundo, combinando PIB, Bolsa, inflación, desempleo y política fiscal. Por su parte, el Financial Times afirmaba el pasado mes de septiembre que “España se ha convertido en la economía más destacada de Europa”. Asimismo, las agencias de calificación de riesgos —rating—, tales como Estándar & Poor´s, Moody´s o Fitch han mejorado la calificación de España elevando su nota hasta el nivel “A”, lo que nos coloca en puestos de privilegio junto a las economías más desarrolladas. La consecuencia inmediata ha sido que la prima de riesgo se ha situado en 51 puntos básicos, la más baja de los últimos 20 años (a mediados de 2012 superaba los 600 puntos). El FMI, la OCDE, la UE, CaixaBank y la AIREF vienen revisando al alza las previsiones de crecimiento de la economía española para 2025 (entre 2,8 y 3%). El mercado laboral bate récord de ocupados y de afiliaciones a la Seguridad Social y el turismo recobra su pulso y se encamina a cifras nunca antes alcanzadas.

    Esta excelente marcha de la economía española, que nadie puede negar, no ha logrado solucionar otros muchos problemas que persisten, tales como el acceso a la vivienda —en propiedad o en alquiler—, que se ha convertido en un bien de lujo para muchos millones de españoles y no en un derecho constitucional. El precio de los alimentos ha escalado hasta hacer muy difícil que muchas familias lleguen a final de mes. Las listas de espera en la sanidad pública no se corresponden con la buena marcha de la economía. Ha subido el SMI, pero no tanto el salario medio de los trabajadores y funcionarios, que no han recuperado el poder adquisitivo precrisis. Muchas pymes sobreviven a duras penas, al tiempo que las grandes empresas, los bancos y los perceptores de dividendos “están viviendo su particular agosto”. En fin, “España va bien”, pero esta buena marcha no se redistribuye por igual a todos los españoles. No les quepa duda, si la economía española no fuera tan bien a los españoles nos iría peor.

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