Lunes neurólogo
Tengo dos cables cruzados que me dejan sin luz y hacen que me salten los diferenciales. Todo deja de funcionar de repente. Viene mi lado oscuro, el desconocido, el que me saca de quicio, rompe mis previsiones y me obliga a cambiar el orden de las cosas. Consigo llegar al diferencial por pura intuición, con los ojos como platos y dando tropezones por la vida. Cayendo a los suelos cual desecho humano perdido en la oscuridad más profunda del espacio infinito. Subo el diferencial y se hace la luz. Por fin es lunes, me digo, tratando de empezar una nueva vida. De inmediato hago balance de la situación y el resultado no me es favorable. Los cables cruzados tendrá que descubrirlos el neurólogo electricista, pero antes debo tomar precauciones por si vuelve a ocurrir. De manera que decido pertrecharme de linternas y pilas en la tienda de Ramón, el ferretero. Pilas de todo tipo y una linterna grande que sustituya a la luna. En ese momento, los puñeteros cables vuelven a cruzarse pillándome a medio camino del sillón al servicio con necesidades urgentes que resolver. A oscuras y a me-dio tientas termino y tropiezo con una pared que no estaba ahí. La palpo detenidamente y descubro que tiene una toalla que me orienta hacia la puerta. Me quiero ir a la calle a ver el mundo y no sé como hacerlo. No pierdas la calma, me digo, seguro de que voy a perder la cabeza. Por lo pronto, ya he perdido las gafas. Vaya día.