Los peligros de vender barato

22 ago 2020 / 19:28 H.
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Estarán de acuerdo conmigo en que los principales motores de la economía privada de nuestra provincia son el oleícola, el sector industrial del plástico y el turismo. El resto de las actividades, principalmente sector servicios, depende indirectamente de estos. Nada descubrimos si alertamos de la preocupante situación que viene padeciendo el sector agrario en general, y el oleícola en particular, desde hace dos años. El precio de venta del aceite de oliva no cubre ni de cerca los gastos de producción. La oferta supera la demanda y los acuerdos internacionales sobre el libre comercio nos perjudican como inocentes jugadores de una partida en la que cambian las reglas en función a quien mueve la ficha. Mientras que nuestro aceite es penalizado a la hora de entrar en el mercado de consumo por excelencia que es Estados Unidos, miles de toneladas de aceite de oliva procedentes del norte de África entran en nuestro país provocando una distorsión del mercado, tanto en precio como por la garantía de las calidades que proceden de otros lugares con menos intervención sanitaria. Se nos queda cara de tontos asumiendo la regla impuesta de que nuestra protección no protege mientras que la protección de otros nos lleva a la ruina. El problema es que los acuerdos arancelarios saben atacar las fisuras de nuestro sistema, y mientras que los aranceles americanos son aplicados directamente a España y no a la Unión Europea, es esta, menos unida que nunca, la que permite el libre trasiego de mercancía procedente del Magreb. La jugada les sale redonda, principalmente a italianos que se quitan a un competidor en el mercado internacional y nos asfixian con precios bajos ante la entrada de suficiente aceite no español, con liderazgo en costes, que, a un euro, ya les deja ganancia. Por otra parte, el sector industrial del plástico se mantiene en una fina línea que separa la rentabilidad del déficit. Un escaso valor añadido se queda en nuestra provincia a modo de empleo y flacos salarios, mientras que la parte gorda de la rentabilidad viene a retribuir fondos de inversión internacionales en forma de patentes y royalties de I+D. En todo caso, la vulnerabilidad se acrecienta en la medida en que la pandemia de la covid-19 empiece a tambalear el ciclo de la economía a nivel mundial. El sector turístico se postula como una oportunidad para nuestra provincia, con las fortalezas más de moda en este momento como son seguridad, salud y ecología. A pesar de esto, venimos de un año malo. El 2019 ha supuesto un cambio en la tendencia de crecimiento que el turismo venía dibujando años atrás. El número de viajeros alojados en hoteles de nuestra provincia ha disminuido un 1,28% respecto a 2018, mientras que en Andalucía y España ha crecido un 5,36 y un 3,12% respectivamente. Sin embargo, incrementa el número de viajeros en establecimientos no hoteleros (apartamentos, alojamientos rurales y camping), en el que se aumentó un 4,60% en la provincia de Jaén, insuficiente para amortiguar en valores absolutos la caída en establecimientos hoteleros. Las cifras atestiguan un cambio de preferencias por parte de los turistas, que se traduce en menos empleo y un descenso del 6,77% del gasto medio por día. Todos nuestros sectores se precipitan a una tendencia de elevado esfuerzo y escasa rentabilidad. Lo que reafirma que donde no hay ganancia la pérdida es segura.

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