Los
difuntos

    03 nov 2022 / 16:45 H.
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    Llama el frailuco dando tres golpes secos con los nudillos sobre la noble y recia puerta de la casa solariega. Lleva a doña María de Uzqueta, benefactora del convento, una hermosa cesta de los mejores frutos y verduras del huerto. Abre la doncella y hace una pregunta “Claro que el Maligno existe —replica el monje—; pero yo no le echo cuentas, Marianica; y tampoco él repara en mí, sino que busca mayores presas” El frailuco no dice la verdad enteramente. Lo cierto es que el fraile le echa cuentas. Se cuida mucho del Diablo. Hurga su rastro en cada hecho, persona y cosa. Con la respuesta que da a Marianica, el monje responde al propio Satanás, que es quien formula la pregunta a través de ella. Marianica descansa hoy en una modesta tumba del cementerio cristiano, cerca del túmulo de los señores Uzqueta. El monje yace en la esquina umbría del camposanto del cenobio. La techumbre de la casa de los señores está sobre la solería. Alguna viga se sostiene en vilo sobre el recio mueble aparador de la esquina. Cada dos de noviembre el frailuco llama a la puerta de doña María de Uzqueta con una cesta de frutas. Gente muy seria digna de crédito asegura haberlos visto ayer mismo, dos de noviembre.

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