Lo que nos queda por aprender

25 jun 2022 / 16:00 H.
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El único factor que permanece estable a lo largo del tiempo es el cambio. Como consecuencia de ello, tenemos un enorme reto ya sea en el ámbito personal o en el profesional y se trata de adaptarnos a esos cambios. Siendo así no podremos permitirnos el lujo de dejar de estudiar, de observar, de curiosear nuestro entorno, lo que nos ayudará a sobrevivir en muchos sentidos de la vida. En el camino nos vamos encontrando continuamente baches, socavones, dificultades que en la medida en que los vamos superando, nos hacen más fuertes. En la actualidad una inflación descontrolada nos golpea y ningún paracetamol es capaz de bajar la fiebre. El final de la pandemia ha calentado la economía lo que ha generado un incremento de la demanda y a su vez una espiral de precios al alza. Pero parte de esta subida tiene un origen en operaciones especulativas que están penalizando el poder adquisitivo de familias y fastidiando las cuentas de empresas y estado, con la excusa de una guerra de Ucrania que, en realidad, no debería contagiar a tantos sectores. Si esto no se arregla vamos a entrar en lo que se denomina Estanflación que significa la coexistencia de estancamiento, inflación y paro. Es decir, que los precios no bajen, aunque disminuya el consumo, y consiguientemente tendremos más paro. El principal problema es que la subida de los precios energéticos se traslade a los alimentos, lo que va a causar un daño mayor a los hogares con menos recursos.

El que tengamos esta vulnerabilidad nos debe hacer reflexionar sobre la verdadera competitividad de nuestra economía. Que un conflicto bélico sea capaz
de descontrolar el precio de la energía independientemente de donde se origina, nos hace débiles. Como diría Porter la fragilidad empieza por la pérdida del poder de negociación.

Recientemente se ha publicado por el Consejo General de Economistas un informe que analiza los diferentes niveles de competitividad de las regiones de España. Pocos países padecen la heterogeneidad que tenemos aquí. El informe se ha elaborado para las 17 comunidades a partir de 53 variables o indicadores estructurados en torno a siete ejes competitivos que permiten identificar las fortalezas y debilidades competitivas: entorno económico, capital humano, mercado de trabajo, entorno institucional, infraestructuras básicas, entorno empresarial e innovación. La competitividad más alta se ubica en el triángulo formado por el País Vasco, Cataluña y Madrid dejando a Andalucía, en el grupo de regiones con una competitividad baja junto a Extremadura, Castilla la Mancha y las comunidades insulares. Galicia y Valencia bajan, mientras que Asturias y Cantabria suben. Las principales debilidades competitivas son una menor renta per cápita y una baja productividad.

El gran reto que debe asumir el próximo gobierno de Andalucía es fijar como objetivo prioritario el aumento de la productividad, la producción de bienes innovadores de alto valor añadido y la incorporación de tecnologías y formas organizativas más eficientes. Sin olvidar unos mayores esfuerzos en disponer de un capital humano con mayores niveles de educación y formación. Todos estos aspectos, que forman parte de la competitividad estructural, son imprescindibles para converger y mejorar en la capacidad para atraer nuevas inversiones e incrementar los niveles de bienestar social.

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