Las lumbres del recuerdo

    13 ene 2024 / 09:49 H.
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    Hasta San Antón, las pascuas son, ya que algún que otro mantecado o tira de alfajor están a la vista en cualquier casa, con el deseo de hincarle el diente. Este refrán es mío, aunque abuse de la vanidad. Por San Antón el almendro en flor. Acaso recordar es vivir de nuevo. Aquellas lumbres de San Antón las rebobino en el almacén de la memoria. Entonces, en aquel viejo, entrañable y costumbrista Jaén, las lumbres no perjudicaban al asfalto de las calles como ocurre hoy, ya que la mayor parte de ellas eran de adoquines o empedrados. La patulea de muchachuelos guardaban el material de las lumbres en los viejos caserones para ser usados en las legendarias y tradicionales lumbres. El pelele era un muñeco que se ponía en lo alto de la candela que no tiene nada que ver con los ninots valencianos. Una silla desvencijada, un armario apolillado, el ramón de la corta del olivar, las capachetas de los molinos aceiteros, las cantarera cojitrancas, más otros objetos inservibles para el uso diario eran arrojados al fuego. Los célebres melenchones, género que solamente se da en Jaén, animaban a la nutrida concurrencia, entre la que se encontraban las mozuelas y los mozuelos con el ánimo enamoradizo de casarse. La pícara, graciosa y a la vez surrealista copla, no la quiero guardar en el tintero de los olvidos:

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