Las fábricas de “papers”

24 ago 2025 / 09:12 H.
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Me asalta, inadvertidamente, en una noticia sobre ciertas publicaciones con investigaciones mediocres cuando no directamente infladas, que la revista “Comunicar”, antaño una de las más prestigiosas del campo de la educación, ha sido retirada de las bases de datos de muchas instituciones debido a las dudas que ofrecían los artículos publicados y, en especial, el proceso para ser elegidos. En las páginas de aquella revista aparecieron varias de mis propuestas sobre prensa y revistas escolares, tema recurrente en mi labor docente. “Nuestra escuela”, “Papeles escolares”, “Punto y coma”, “Tres y cuatro”, “Fahala” o últimamente “Rayud”, fueron publicaciones que dirigí y que recogían, con la ilusión y el esfuerzo de muchos niños y niñas, pequeñas investigaciones de ámbito local o provincial, entrevistas a personajes más o menos cercanos de la vida social o cultural y textos en prosa o verso en los que poner sus soplos de “alma en formación” abierta al mundo.

Nada en aquellos artículos que recogió “Comunicar” era “fake”, pagado o sospechoso. De ahí mi alarma al encontrar la noticia. Es doloroso pensar que existen publicaciones, editoriales o grupos, en parte clandestinos, cuyo fin es —transcribo literalmente— “la producción de manuscritos de baja calidad, con datos falsificados, imágenes manipuladas, contenido plagiado e incluso sin sentido, que luego venden a académicos que desean publicar rápidamente”. Es decir que existen “individuos y entidades que colaboran sistemáticamente para hacer negocio falsificando investigaciones”. Este mercado de falsificaciones, que atenta contra el proceso científico y la investigación seria y real, aumenta de forma exponencial. Los autores no cobran por escribir textos, sino que las editoriales de ciertas revistas de renombre les cobran a ellos para publicarles. En ocasiones, incluso, el autor poco o nada ha tenido que escribir, hacer o investigar. Solo pagar.

Son, como suelen llamarlas, “fábricas de papers” (Paper Mills) alrededor de las cuales florece directamente un mercado negro en el que solo se mueve el dinero y se obvia lo que de verdad debería formar la esencia de las revistas científicas, literarias o del ámbito que corresponda: la formación científica, la investigación real puesta a disposición de la sociedad o el trabajo personal de quienes exponen sus ideas para conocimiento general.

Incluso se dan casos de compra, por parte de esas “fábricas”, de cabeceras que ya no se editan para usarlas como trampolín de sus “fake-papers” como recogen varios investigadores de la Universidad de Granada en su obra “La invasión de los ladrones de revistas”. Citan “Cuadernos de Economía”, “Revista de Psicología del deporte” o “Artseduca” entre otras. El precio para que un artículo se publique y además “supere” de forma rápida y fraudulenta todos los supuestos controles de calidad exigible ronda los 3.000 euros o más según la nacionalidad de los autores.

¿Podemos confiar en las investigaciones y textos que nos ofrecen revistas con un supuesto prestigio? Parece que cada vez menos. La exigencia de parámetros serios y científicos que permitieran la publicación de un texto parece haber disminuido y ha devenido en un laxo trámite con dinero de por medio que, por cierto, tiene nombre: APC (Article Processing Charge). Vivir para ver.

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