Las espinas de la corona

    12 abr 2020 / 10:02 H.
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    En esta semana en la que no han paseado coronas de espinas sobre la cabeza de ningún Cristo, tenemos sobre la de todos clavada la espina de la incertidumbre y la ansiedad por culpa de un enemigo invisible al que no podemos oponer ningún quijote que arremeta contra microscópicos adversarios armado de yelmo, coraza, lanza y cota de mallas o en versión moderna mascarillas,pantallas, test y respiradores que no compramos a tiempo o que, peor aún, nos los colaron falsos. La vieja España, la guerrera España, la que doblegó a romanos, cartagineses, árabes y franceses, la pendenciera que peleaba contra sí misma entre sus pequeños reinos y sus grandes señores feudales, la de los ciento y un intentos de golpe de Estado, la que todavía alberga ancianos que combatieron en la última trastada de españoles levantiscos...esa España amante de la espada hinca la rodilla en tierra ante un enemigo que vino montado en el viento del este y del que los políticos el pasado jueves pagano en el Congreso debieron hablar para combatirlo y desaprovecharon una vez más la ocasión para trocarla, unos llenos de soberbia en no reconocer sus errores y otros alardeando de una falsa lealtad,en un rifirrafe absurdo olvidando que no tenemos un problema político sino un inmenso y desolado camposanto lleno de cadáveres muertos como perros en las esquinas de la soledad sin tener una corona de flores ni el último beso de sus seres queridos.

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