Lágrimas de oro
Ya no me duelen tus lágrimas. Ya no pienso en qué te ocurre. Ya no me importa que esto se acabe. Estaba terminado. Solo vas a llorar este momento para poder llorarme más días. Pero ya no son lágrimas. Cada gota que sale de tus ojos lo hace para que tu corazón no llore. Y esta será la última vez que me llores, porque mañana no estaré. Y cuando yo me vaya tú también te irás. A llorar con otros ojos, porque los míos ya no te lloran. A sufrir con otro corazón, porque el tuyo no sabe hacerlo. Mañana ni mis ojos ni mi corazón estarán cerca de ti. Y solo cuando notes mi ausencia y ningún corazón quiera sufrir por el tu-yo, y no encuentres ojos para mirarte, volverás a la que fue nuestra casa. Te llenarás de mis olores, de mis ruidos silenciosos. Me esperarás en cada puerta y me verás en cada sillón. Te echarás en nuestra cama y la notaras fría, húmeda, con un olor rancio y viejo, el olor al pasado. Cerrarás los ojos para recordarme y las campanas te los abrirán. Y verás que no estoy a tu lado, co-mo siempre estaba. Entonces sabrás cómo duele un corazón, y empezarás a llorar con lágrimas de oro. Brillantes, abundantes, retenidas inútilmente, silenciosas y verdaderas. Ya huele a pasado en nuestra casa, donde el tiempo no ha pasado. No me llames, ni me busques. Es igual, pero no es la misma. Quisiera verte cubierta de cantos en contra tuya. La honradez también te huya. Solo los necios quieran verte descubierta.