La Taberna “El 25”

    27 dic 2025 / 09:00 H.
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    El viejo neón parpadeaba con un extraño ritmo que imitaba la lenta caía de copos de nieve perezosamente desvaída. La calle, en un perdido y desierto arrabal, solo se iluminaba alternativamente con el rojizo resplandor del cartel de la taberna que, obviamente, había vivido mejores épocas. Un pequeño abeto de plástico con algún espumillón raído era el único motivo navideño que un transeúnte hubiera podido observar desde la sucia cristalera que ostentaba, con letras ya difuminadas por el tiempo un “Taberna El 25 Café Bar Desayunos Tapas”. Dentro, a la izquierda, una barra con taburetes metálicos. A la derecha cuatro mesas con sillas que, en el respaldo, publicitaban una vieja marca de cerveza ya desaparecida.

    En la mesa del fondo, cerca de un pasillo cuyo fétido aroma podría indicar que allí se encontraban los retretes o quizá un almacén con productos no demasiado bien conservados, un hombre miraba absorto un vaso de vino y un plato vacío. Tras la barra una joven, aburrida por falta de clientes, pasaba una bayeta, una y otra vez, por el mármol veteado cambiando de lugar las tazas y platillos que llenaban una de las esquinas mirando de vez en cuando hacia la calle solitaria y observando los copos cayendo sobre el cristal.

    Tenía unos ojos tristes, quizá melancólicos. Frente a ella, en la pared, una foto en sepia reproducía la barra con sus botellas detrás, la antigua máquina cafetera y un almanaque. En el centro de la imagen, presidiéndolo todo, un adusto tabernero con mandilón y camisa de cuadros, probablemente un antepasado de la muchacha que ordenada y rutinariamente recolocaba las tazas. Absorta ella con su tarea y hundido en sus pensamientos el hombre que manoseaba el vaso de vino, no se percataron de la llegada de alguien que abrió la puerta con cuidado. El extraño vestía un gabán que, curiosamente, no parecía haberse mojado con la incipiente nevada.

    —Buenas noches, les dijo y añadió - Creo que me he perdido.

    —¿Dónde se dirigía? Preguntó la muchacha.

    —Pues mire, a esta dirección, contesto mientras sacaba del bolsillo un papel amarillento bastante arrugado.

    El hombre del fondo se acercó también.

    —Déjeme ver, dijo.

    —Pero esta es la dirección correcta, dijo leyendo lo que decía aquel papel.

    —No imaginé que sería un bar, contestó el extraño. De hecho, no es este lugar lo que me interesaba sino las personas que encontraría en él.

    En ese momento volvió a meter la mano en el bolsillo del gabán y sacó otro papel. Leyó en voz alta: Alicia y Ramón.

    —Oiga, no estamos para bromas, dijo el hombre. Ramón soy yo y Alicia es la chica que lleva la taberna desde hace unos meses. No juegue con nosotros, por favor.

    —Nada más lejos de mi intención. Me han encargado que les dé un mensaje.

    —¿Quién le envía? Preguntó la chica.

    —Son ustedes quienes deben saberlo cuando lo vean.

    Esta frase les hizo mirarse nerviosamente. Alicia y Ramón hicieron un gesto de sorpresa y desconocimiento con los hombros y, mientras lo hacían, no se percataron de que aquel hombre les había colocado sobre la barra dos sobres con sus nombres. Alicia, con mano temblorosa cogió el suyo y lo abrió. Ramón esperó a ver la reacción de ella.

    —Es de mi abuelo, dijo. Pero... no puede ser.

    Ramón se apresuró a romper el sobre dirigido a su nombre. Al ver el contenido, su semblante cambió, las piernas empezaron a temblarle y tuvo que sentarse.

    —Es mi mujer, sollozó.

    El extraño los miró a ambos, sonrió y les dijo: - ¿No os habéis dado cuenta del día que es hoy y de dónde estamos?

    Alicia y Ramón se quedaron callados sin comprender aquellas palabras. El hombre continuó: - Estamos en “El 25” y hoy es 25 de diciembre de 2025. ¿Cuántos años tienes, Alicia? ¿Qué te decía tu abuelo Juan sobre cuando cumplieras esa edad? Y tú, Ramón ¿Cuántos años hace que perdiste a Cándida? No tenéis que contestarme.

    Pensadlo en vuestro corazón. Ellos han querido ponerse en contacto con vosotros en estas fechas entrañables. Y recordad siempre el mensaje del sobre: No estáis solos. Esa es la verdadera Navidad.

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