La Santa Semana
En primavera, hay una semana, en el calendario, que tiene una consideración especial. No es, como el resto de las semanas, un conjunto de siete días deslavazados e inconexos. Posee una unidad que la distingue de todas las demás y que la hace muy señalada. Y además, está dotada de un cierto carácter sagrado, que por virtudes que rozan lo milagroso, la han hecho acreedora de la consideración de Santa. En el calendario casi todas las otras fechas le tienen mucho respeto y devoción, porque no es fácil que un mero intervalo cronológico consiga, por méritos propios, la máxima distinción fervorosa, que comparte con los mártires y los santos que han obrado prodigios y milagros.
Aunque también es verdad, que el hecho de que se trate de la única semana que está canonizada, y que haya sido¡ obsequiada con un gran acopio de festividades, hace que algunas otras fechas recelosas, la miren de reojo, a veces con estupor, e incluso, a menudo, con envidia. A pesar de todo, ella, la Santa Semana, se mantiene impertérrita ante las críticas de las que la rodean. Aunque, con frecuencia, tiene una inquietud, la meteorológica. Por eso, de vez en cuando, mira al cielo y lanza al aire gorgoritos de saeta, para que el tiempo la respete y todo salga como está previsto. El caso es que desde que las divinidades cronológicas la invistieron de santidad, todos los años pasa lo mismo, la Santa Semana prepara el complejo ritual con dedicación y con esmero. No hay que dejar nada al azar, aunque luego, a última hora, puede que la lluvia le fastidie los planes, pero contra eso no se puede hacer nada. Ella, se dedica, todo el tiempo a planificar esos días tan especiales. La devoción, la penitencia y los valores morales constituyen el germen original de unas celebraciones que con el tiempo han ido evolucionando hasta conformar una serie de costumbres y de rituales que poco tienen que ver con su origen místico.
De hecho, la cosa ha evolucionado tanto, que algunas de sus camaradas la critican a escondidas. Y es que la religiosidad y el misticismo que llevaron a estas fechas a obtener el privilegio de la santidad, con los años han ido evolucionando. Y ahora, hay quien asegura que la fama ha transformado a la Santa Semana. Ya no es la penitente piadosa dispuesta a hacer sacrificios. Y se ha vuelto la mar de presumida, se compra ropa bonita para estrenar, en sus días más señalados, las mejores galas.
Y algunas de las otras semanas del calendario, que no paran de trabajar un año y otro año, no acaban de entender la situación de privilegio que se le otorga. Y cotillean e incluso conspiran contra la más popular de sus compañeras. Aunque cuando se la encuentran de frente, en mitad de la calle, no osan criticarla, porque les lloverían las críticas, y además, en el fondo, todos los años tienen la esperanza de que las inviten, para ver las procesiones, a la tribuna de autoridades. Pero nunca tendrán acceso a semejante privilegio. Así que se tienen que pagar el alquiler de la silla. Y algunas, incluso, van debajo de los tronos de costaleras. Y para más inri, cuando llega el momento cumbre, descubren que la Santa Semana, una vez que ha dejado preparada toda la logística de eventos procesionales resulta que ha hecho las maletas y se ha largado al extranjero, en avión, a disfrutar de las vacaciones.