La puerta de la niña pobre
Leyendo unas declaraciones de la exministra Carmen Calvo, a propósito del día de hoy, encuentro esta frase: “Me hice feminista a los ocho años, al ver a las niñas pobres entrar por otra puerta en mi colegio de pago”. Reconozco haber escuchado y comentado en familia esa misma situación. Mi propia esposa entraba en el colegio de Las Carmelitas por distinto acceso que otras compañeras de “familias bien” y no solo eso, vestía distinto uniforme con lo que significaba de humillación que, a pesar de su corta edad, ya le era notoria.
Feminismo y machismo se dirían antónimos y de los más feroces. Conceptos que, lejos de buscar y encontrar ese equilibrio al que todo debería dirigirse, circulan en distintos planos y aderezados, en un cóctel de difícil digestión, con sus gotas de “patriarcado” como negativo catalizador. Hoy, 8 de marzo, se escribe con M de mujer. Manifestaciones, proclamas y todo tipo de celebraciones nos confirman que estamos en el Día Internacional de la Mujer. El avance en materias de igualdad es indiscutible, aunque queda mucho por conseguir. Un informe de Ipsos, el instituto de Opinión Pública, así concretaba la situación hace unos meses: “La desigualdad, la discriminación y la violencia contra las mujeres existe y debe ser combatida. Lentamente y con altibajos, se avanza: la mayoría considera que la vida de las mujeres jóvenes es hoy mejor que la de la de sus madres cuando eran jóvenes. Quizá tiene que ver con que el paraguas del feminismo cada vez es más amplio. La mayoría de españoles y españolas ya se identifica como feminista (54%) y solo una minoría lo rechaza (36%). Eso sí, esta minoría es mayoría entre los hombres que confunden igualdad con desagravio: dos de cada tres (61%) consideran que el impulso de la igualdad de género conlleva la discriminación de los hombres”
Ese delicado equilibrio entre lo que el feminismo proclama y cómo se traslada a la sociedad varía y son quizá ciertos planteamientos políticos lo que hace desconfiar a los hombres. En realidad ¿quién puede estar en contra de una igualdad real y efectiva entre mujeres y hombres? Probablemente nadie. Entonces, ¿de dónde parten las dudas, suspicacias y desencuentros? Volvemos a la política y a su desaforada afición a planteamientos radicales quizá tendentes a la búsqueda de voto y no tanto a la toma de contacto y de conciencia con la realidad social. Otra cuestión que puede desenfocar la visión de la sociedad ante las propuestas feministas es el enfrentamiento entre distintas posturas u opciones por parte, incluso, de asociaciones o de ministerios. Llegamos a ver que se nos muestran “dos feminismos” incluso desde el gobierno. Recordemos la problemática con la Ley Trans o los desafueros que trajo consigo la ley del “sí es sí”. Se discute, incluso por el concepto: ¿Qué es ser mujer? Las posiciones “queer” o LGTBIQ+ parecen no coincidir con las del feminismo clásico o, al menos eso parece traslucirse de ciertos discursos. Sin embargo, hoy deberíamos cerrar guerras y abrir estandartes de libertad y, en especial, de igualdad. Sin apellidos, sin ambages, sin discusiones. Lejos quedan ya aquellas niñas “pobres” entrando por la puerta de atrás y luchemos para que, también, cualquier otro poso históricamente discriminatorio desaparezca en aras de una igualdad real y efectiva.