La nueva comunidad
En la comunidad internacional estamos de obras, con todas las molestias que este tipo de cosas acarrean. El ruido mediático es insoportable y la estética del nuevo diseño de la fachada del edificio mundial es de una fealdad sonrojante. Además, resulta casi imposible acceder a los planos. Pero a mí y a otros vecinos con los que he charlado en las escaleras fronterizas, no nos gusta nada el cariz de las reformas. El problema es que el nuevo equipo directivo es bastante poco accesible y no da explicaciones de lo que está pasando. Y es una pena, porque después de muchas disputas y de un largo historial de conflictos, en la comunidad internacional parecía que habíamos llegado a un cierto equilibrio. Los vecinos teníamos una serie de limitaciones que buscaban lograr una cierta armonía entre los pisos de arriba y los de abajo. Pero, últimamente, el presidente y sus secuaces hacen y deshacen, pasándose por el forro de los sobacos los estatutos del bloque y privilegiando a los pisos mayores y sin importarles el bienestar de los sótanos y de las buhardillas.
O sea que en el Edificio Mundo, las cosas están cambiando a peor. Parece como si cada uno fuera por su cuenta y no nos interesara el mantenimiento de las zonas comunes, y las relaciones de buena vecindad.
Antes, en las reuniones de la comunidad de propietarios cada cual era libre de exponer su punto de vista, y se votaba y había verdadero debate. Pero ahora casi todo el rato se oye la voz del temperamental presidente y los aplausos de su coro de aduladores.
Y además parece como si estos insólitos mandamases se quisieran apropiar de las llaves del cuarto de las máquinas, para presionar al resto y se propusieran utilizar el ascensor y las entradas de acceso al agua y a la luz y a la calefacción y el aparato receptor del wifi, de acuerdo con sus intereses.
La verdad es que la cosa pinta bastante mal. Pero en fin, yo no soy de los que se rinden a las primeras de cambio, así que tras leer en la prensa escrita y en las noticias de internet un resumen del acta de la última reunión de vecinos, a la que por cierto no fui invitado, he tomado la determinación de actuar sin más demora. De modo que he aprovechado la hora de la siesta para buscar en los trasteros de la comunidad internacional todas aquellas mejoras estructurales que reforzaban el edificio común y que nos permitían convivir en armonía. Y trasteando por aquí y por allá he logrado encontrar, desenchufada, nada menos que la resolución pacífica de los conflictos, y a su lado estaba la responsabilidad penal internacional totalmente inutilizada, y debajo he visto la igualdad soberana de todos los miembros de la comunidad. Y al fondo del habitáculo, pese a las tinieblas del habitáculo, he conseguido vislumbrar el elemento más importante de todo el paquete de logros arquitectónicos de la comunidad internacional, estoy hablando del respeto a los derechos humanos, que tanto trabajo nos costó instalar en su momento. En fin, todo un tesoro de mecanismos fundamentales para que la estructura del Edificio Mundo permanezca sólida y firme. La verdad es que me dio mucha alegría encontrarlos a todos reunidos en un mismo lugar.
Aunque es una lástima que los hayan apilado en el contenedor de los trastos viejos con destino al desguace.