La huella de Francisco

    26 abr 2025 / 09:36 H.
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    El lobo, Papa Francisco, no te devoró. Titulaba una de mis columnas en estas mismas páginas allá por marzo de 2013 “El lobo te devorará” pero, a las pruebas me remito, no resultó demasiado herido en las acometidas que intentó frente al muro férreo vaticano. Quizá, como decía mi artículo, el otrora cardenal Bergoglio se decidió a intentar, como su homónimo Francisco de Asís, traer paz y sosiego a una Iglesia tambaleante que parecía escorarse hacia un lado oscuro tan alejado de su mandato primigenio. El Santo de Asís se dice que escuchó una vez a un crucifijo que le decía: “Francisco, vete y repara mi iglesia, que se está cayendo”. Acaso el Papa que ha llevado su nombre asumió ese mismo mandato y su esfuerzo, en ocasiones titánico, trató de renovar el mensaje para hacerlo más cercano al original, a los desfavorecidos, a una sociedad prendida con alfileres no siempre dispuestos a “sujetar” lo que realmente necesita “sujetarse”. Rescato un párrafo de aquella columna que me parece ahora, a tiempo pasado, premonitorio, aunque tampoco eran necesarias demasiadas dotes adivinatorias para darse cuenta del alcance del, digamos, problema: “Sobre su nívea efigie —la del nuevo Papa— sobrevuelan cuervos escondidos; sobre su solideo pende la espada de un Damocles impío que impregna aires corruptos, pederastas y sacrílegos; sobre su voz cercana y afable se cierne la mordaza de sospechas expandidas a su alrededor. Necesitará soplar fuerte para que el lodo se desprenda de los lóbregos pasillos vaticanos y sea barrido para siempre. ¡Cómo olvidar ese “Bendecidme vosotros” con que se dirigió a los fieles congregados bajo la lluvia de San Pedro! “Antes de bendeciros, bendecidme y pedid a Dios por mí” Un comienzo que le acercó al mundo, a la sociedad, y que nos hizo sospechar que su mano firme, llegada “del otro lado del mar”, iba a ser capaz de ordenar, limpiar, recolocar, sanear y dar lustre a lo que parecía ahogado en capas de ignominia. “Hay papeles guardados que necesitan airearse. Hay bombillas que cambiar para que su luz llegue más allá. Hay un futuro que diseñar” escribía aquel día con la imagen del Papa casi recién estrenada.

    ¿Consiguió realmente enfrentarse a los lobos? Como siempre dependerá del ángulo del observador. Para los progresistas fue uno de los suyos, aunque le faltara algún que otro empuje más “feroz” por seguir con el símil. Para los conservadores tal vez se convirtió en un peligro que ponía en jaque determinadas “verdades” afianzadas en el tiempo, la opacidad y con un velo de impunidad. Quizá sus planteamientos fueron, por decirlo de algún modo, deslumbrantes en un escenario como el de la Iglesia, de la Curia oficial vaticana, pero no se desarrollaron como tal vez hubiera deseado. Abrió puertas, aireó pasillos, dejó que vientos nuevos pasearan por la historia milenaria de la institución, pero no pudo alcanzar una meta real en que una iglesia contemporánea pudiera mirarse sin sonrojo. Todo ello, por supuesto, no le resta importancia a su labor, al contrario, deja un poso que puede, o no, generar expectativas de futuro. Todo dependerá de quién suba a la silla de Pedro para ostentar el papado. Se rumorea que, al haber nombrado a buena parte de los cardenales que habrán de ser “sondeados” por el Espíritu Santo en la Sixtina, quizá el resultado de la fumata blanca nos deje un continuador de ese progresismo iniciado. Por el contrario, existe la posibilidad de que las fuerzas tradicionales se impongan para mantener un status “clásico” con todo lo que ese adjetivo significa. Incluso se escucha que tal vez el próximo Papa sea asiático, filipino por más señas, o tal vez, para darse de bruces con las profecías, un Papa de color. Pocos días quedan para saberlo. En el listado de aspirantes contamos con varios españoles, uno de ellos catalán y otro un jaenero “de pro”, el cardenal José Cobo Cano, de Sabiote. Fue nombrado por Francisco arzobispo de Madrid y se le considera comprometido con causas sociales y, por tanto, reformista. Un Papa español y de Jaén sería todo un lujo. Esperemos a ese cónclave que tantas imágenes hollywoodenses nos trae y... recemos.



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