La Constitución en la encrucijada

No sé si repito el título de algún año anterior, pero no encuentro otro que defina mejor el estado a día de hoy y el respeto de nuestra Carta Magna, precisamente por quienes están más obligados a guardarla. Ni siquiera puede ser reformada —precisa de ciertos cambios necesarios— por falta de los consensos pertinentes y encara, achacosa, el camino del medio siglo de su aprobación. No es que tenga ningún problema interno, ha funcionado y funciona de forma impecable en sus mecanismos de vertebración del Estado. El problema le viene de fuera: quienes la han jurado y tienen el deber de defenderla la incumplen, la olvidan y permanentemente la llevan al límite o la orillan. Ni el poder Judicial es —porque no le dejan— lo que pensaron los constituyentes y aprobaron los españoles, ni el Ejecutivo la respeta —ahí está la producción legislativa precipitada y excepcional y la falta de presupuestos— y el Legislativo le busca las vueltas para sustituir al constituyente con soluciones y adánicas ajenas a ella que viene a santificar el órgano político —mal llamado Tribunal— encargado de interpretarla. ¿Está o no está en la encrucijada? ¡Ojalá el año que viene no tenga que escribir lo mismo!