La conquista de mercados

23 jul 2023 / 09:03 H.
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La canícula de la Malena”. Así han llamado nuestros antepasados a las sucesivas olas de calor que, desde Santa María Magdalena, por hoy, a San Lorenzo, 10 de agosto, azotaban año tras año nuestros campos. Esto es y será lo normal. Lo que no es normal, y por tanto indicador del cambio climático que vivimos, es que en este mes de abril alcanzáramos los cuarenta grados tras un invierno fallido. Nuestro olivo, estimulado por marzo, adelantó una floración que terminó achicharrada, frustrando un año más el fruto que es la base de nuestra economía. El resultado es que las expectativas de cosecha para este otoño vuelven a ser paupérrimas después de la campaña precedente en la que marcamos la producción más baja del siglo.

Nos preguntamos, ¿puede nuestra economía sobrevivir cuando dependemos de un sector cada vez más vulnerable? La solución a corto plazo pasa por la implantación de políticas sociales que incentiven productores y empleados. Pero aplicando una perspectiva estratégica se hace necesaria la reorientación hacia otros sectores que, al menos, permitan mantener la ocupación y la residencia doce meses al año. El sector turístico podría ser una oportunidad a modo de tabla de salvación después de un año 2022 en el que nuestra provincia ha recuperado la ocupación previa a la pandemia. Las proyecciones indican que este año podríamos llegar al millón de pernoctaciones hoteleras. La clave pasa por crear experiencias que atraigan viajeros.

Buscamos en el sector industrial otras oportunidades en sus diferentes divisiones. La localización en nuestra provincia de centros empresariales depende de decisiones generalmente externas, acompañadas de inversiones, a las que ayudarían estímulos a la confianza. La industria del mueble, la del ladrillo, la del plástico, la robótica, la del software, generarían suficiente valor añadido para potenciar nuestra economía, ante la debilidad del sector primario.

Pero para que todas estas opciones sean verdaderas alternativas se deben basar en criterios de competitividad, y el factor que más contribuye a lograrla es la formación. La verdadera debilidad de nuestra economía no es propia de nuestra provincia por su dependencia del olivar, sino que es común a todo el país por las fisuras que afectan a nuestro sistema de formación ocupacional y que impiden el desarrollo de competencias laborales.

La mayoría de las empresas de diferentes sectores se quejan por las carencias formativas de las nuevas generaciones. En España se ha apostado por una gran oferta académica con cientos de grados de escasa orientación al mercado de trabajo, a la vez que se ha repudiado socialmente una formación profesional por no tener la categoría universitaria. Los planes de estudios deben adaptarse a lo que las empresas demandan, menos títulos y más competencias. La verdadera formación ocupacional pasa por una enseñanza dual, en la que al desarrollo de habilidades se acompañe con la formación teórica. Algo falla en nuestro sistema educativo si en España los riesgos estimados de pobreza para los menores de 18 años es la más alta de Europa, según Eurostat. ¿Se imaginan una sociedad en la que los abuelos sean más ricos que los nietos?

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