Karina y las flechas

17 mar 2024 / 09:30 H.
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Karina, Maribel Llaudes, es “una mujer soñadora, tenaz y terca”, según la define su exmarido, el actor Carlos Manuel Díaz, con el que comparte una hija y tres nietos, pero además de eso Karina es una cantante que tuvo un éxito popular colosal en los años 1968 y 1969, cuando lideró en España las listas de los discos más vendidos por encima incluso de los Beatles, una mujer, andaluza de Jaén, que permanentemente ha luchado por ser artista, pese a los frecuentes tsunamis de incomprensión o envidias que padeció en su contra, y demuestra un hondo, sentido e implacable amor hacia la música en el espectáculo “Yo soy Karina”, que se ha representado los lunes durante enero y febrero en el Teatro Bellas Artes de Madrid, siempre con la platea a rebosar de un público entregado. La función, muy teatral, no consiste, pues, en un concierto, sino en una conversación entre Carlos Manuel Díaz y Karina, sobre un guión, en un escenario que reproduce una sala de estar, con el maniquí al fondo con el vestido que Karina lució en el Festival de Eurovisión de 1971. Una función al estilo de las que se hacen ahora en EE UU. Y ella interpreta algunas canciones, naturalmente. El espectáculo concluye con “La fiesta”, el público en pie, algunos coreando “Karina, Karina”, con una nebulosa de nostalgia y entusiasmo flotando entre los focos del teatro.

Karina acudía de niña al cine Darymelia a ver películas musicales en aquel Jaén fotografiado en blanco y negro por Ortega, en el que Arregui marcaba en La Victoria goles de cabeza con un pañuelo blanco anudado en la frente. Iba al colegio de Las Teresianas y quizás compraba lápices en la papelería Puche. Pero volvamos al espectáculo. El negocio familiar quebró y Karina se desplazó con sus padres a Madrid. Ahí se presenta a un concurso de la canción que organizaba la emisora ‘La Voz de Madrid’. Gana. Va al Festival de Benidorm. Y llega su primer gran éxito, que suena inmenso en los transistores Sanyo de ese tiempo: “No, no somos ni Romeo ni Julieta.”. Torrebruno se encontró en un pasillo de los antiguos estudios de TVE del Paseo de La Habana con Maribel Llaudes, y exclamó: “Mira qué carina, qué carina”. Y ahí nació el nombre de Karina. De la gran Karina. Y sus éxitos. Su relación de amistad con el grupo ‘Los Pekeniques’, que fueron los teloneros del primer concierto en España de los Beatles. En ‘Los Pekenikes’ estaba Toni Luz, que colaboró en la carrera musical de Karina. Y del que fue novia durante ocho años y con quien finalmente se casó, pero el matrimonio solo duró once meses. En el programa “Pasaporte a Dublín”, mucho antes, claro, que “Operación Triunfo”, compitió con cantantes como Nino Bravo, Rocío Jurado o ‘Los Mismos’, en la carrera por representar a España en Eurovisión. Pero la atmósfera era tóxica. Karina decidió dejarlo y se lo comunicó en el despacho al entonces director general de TVE, “un señor ocupadísimo con la mesa llena de papeles y con tres teléfonos sonando al mismo tiempo”. “Mire Karina, usted continúe grabando”, le aconsejó Adolfo Suárez.

En 1978, el nuevo director de Hispavox, la empresa discográfica de Karina de toda la vida, le soltó un día: “Aquí no queremos ya horteritas”. Y ahí empezó un constante ejercicio de reinvención de Karina con la música. “Solo al final del camino, las cosas claras verás.”. El público la aplaude puesto en pie. Ha pasado el tiempo. Karina ha vencido al tiempo. Ha quedado en el tiempo. Jaenera. Artista.

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