Inteligencia Artificial
Siempre se ha dicho que una imagen vale más que mil palabras. Y era cierto hasta en los juzgados en los que con una fotografía ganabas el juicio. Los artistas plásticos eran los únicos que podían permitirse el lujo de modificar las imágenes cuarteándolas como Picasso o bien emborronándolas al modo impresionista. Lo de Dalí es otra cosa que queda fuera de lo real. Una imagen real de la vida nos contaba cosas reales de momentos reales, auténticos. Todavía hoy nos enternecemos con historias de cine que, por muy auténticas que fueran, no eran verdad y, por tanto nada deberían influenciarnos, pero lo hacen, y nos emocionan hasta las lágrimas o el terror. Como digo, es el arte el único autorizado a distorsionar la realidad para conseguir nuevos efectos de paz o bien de adrenalina aparentemente sin razón alguna. Imaginemos que alguien que no es artista nos mete en una imagen idílica que, por supuesto, no hemos vivido, o bien nos pone en un compromiso sacándonos una fotografía deshonesta y haciéndola viral como se dice ahora. Pues esto es algo muy común a raíz de la entrada en nuestra vida de la llamada Inteligencia Artificial que nada tiene de inteligencia pues de nada sirve si detrás no hay algún humano inteligente o simplemente listillo o un hijo de su madre, porque otro nombre no se le puede dar a quien te rompe la vida con cuatro manejos programáticos que queden graciosos. Hijo...