Infinitas vidas

    03 jul 2025 / 08:59 H.
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    La escritora Irene Vallejo concibió el origen de su magnífica obra “El infinito en un junco” durante su estancia en un hospital. Su hijo Pedro nació con una extraña enfermedad, el síndrome de Pierre Robin. Podría morir si no recibía el tratamiento adecuado así que fue sometido a serias intervenciones. En esas circunstancias tan adversas, abrumada y convaleciente aún, comenzó a gestar la escritura de dicho ensayo. La literatura se convirtió así en ese refugio que ayuda a escapar de una dura realidad. La imagino contemplando, con esa dulzura y sensibilidad que la caracterizan, todos esos mundos infinitos que se esconden en los hospitales: infinitos pasillos, infinitas salas de espera, infinitos informes, infinitos cafés solos y a solas, infinitos días con sus infinitas y oscuras noches. Y un día llega esa buena noticia gracias a los infinitos profesionales que trabajan en un hospital, infinitas personas que con su sonrisa curan, infinitos avances médicos que hacen más llevadero el dolor de infinitas vidas. La literatura como cobijo y la sanidad como el mayor servicio social que se debe cuidar y proteger. Y su dedicatoria no pudo ser más hermosa: “A mi madre, mano firme de algodón”.

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