Hacia el cónclave

04 may 2025 / 09:22 H.
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Finalizaba mi anterior columna en estas páginas de Opinión apelando a los recuerdos hollywoodenses que nos acechan cuando el adiós de un papa nos deja frente a la elección del siguiente. Y ahí seguimos. La primera escena que viene a mi memoria de adolescente es la de un periodista asomado a los tejados del Vaticano mientras que de una pequeña chimenea brota un humo blanquecino. Era el actor David Janssen como enviado especial de la televisión estadounidense en la película de 1968 “Las sandalias del pescador”. Las andanzas y desventuras del cardenal Kiril Lakota, tras pasar años en prisiones soviéticas, dentro de un cónclave que termina nombrándole sucesor de Pedro, son mis primeras opciones en cuanto a ese universo de secretas intrigas que conforman la elección de un nuevo papa siempre bajo la especial supervisión y empuje de un “Espíritu Santo” que suele adoptar formas e intereses de muy distinta índole a la meramente religiosa. Anthony Quinn se convierte en Cirilo I en mitad de un mundo a punto de sumirse en una guerra nuclear consecuencia de los enfrentamientos entre la Unión Soviética y China al haber sido esta última embargada comercialmente por Estados Unidos. Circunstancia, por cierto, a la que cambiando algunos detalles “arancelarios” no nos es demasiado desconocida en la actualidad.

Antes del sorprendente final de la película, que no desvelaremos, el metraje nos aporta otras tramas que tampoco nos sorprenden vistas desde hoy día. El nuevo papa tiene una especie de asesor, el padre Telemond, que aporta ideas renovadoras sobre el dogmatismo de ciertas posturas de la Iglesia que son, por supuesto, desautorizadas por la Congregación para la Doctrina de la Fe. Se dice que el personaje se inspiraba en Teilhard de Chardin, el jesuita cuyas propuestas influenciaron a la intelectualidad católica hasta llegar al Concilio Vaticano II. Ideas renovadoras, jesuitas, conservadores frente a progresistas, son planteamientos que podríamos trasvasar al reciente pontificado de Francisco, sin duda.

Otro recuerdo, este más moderno en el tiempo, es el de “Los dos papas”. Hay que descubrirse ante la interpretación de Jonathan Pryce y Anthony Hopkins como el cardenal Bergoglio antes de convertirse en Francisco y Benedicto XVI, Joseph Ratzinger, antes también de su renuncia. Ahí tenemos, de nuevo, el enfrentamiento, amable, entre dos posturas de cómo debe ser, avanzar y presentarse la Iglesia actual, todo ello aderezado por la música de uno y la pasión futbolera del otro.

Otros recuerdos, algo más “peliculeros” por las licencias, digamos psicológicas, que acaban transmutadas casi en burla, son “Habemus Papam” o “The Young Pope”, la serie de tv. Aquí tenemos a Michel Piccoli o a Jude Law como cardenales que acceden al papado con claros signos de inestabilidad mental. Claro que la atención última nos la ha suscitado la película “Cónclave” de regreso a los cines tras el fallecimiento de Francisco. Aquí, con Ralph Fiennes como el cardenal Lawrence, vemos graves enfrentamientos, rencores y secretos que pueden dar al traste con ¿la elección? ¿la propia Iglesia? Dejémoslo ahí. En unos pocos días el cónclave será una realidad y no parte de un guion de película. ¿O sí? Si observamos las distintas facciones que se sentarán en la Sixtina de poco o nada podemos estar seguros.

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