Hábitos y constancia

    13 mar 2025 / 08:52 H.
    Ver comentarios

    Aristóteles escribió: “Somos lo que hacemos día a día. De modo que la excelencia no es un acto, sino un hábito”. Sin embargo, en un mundo dominado por la inmediatez, con plazos tan cortos como absurdos, donde la gratificación instantánea es la norma, cultivar la disciplina diaria parece una rareza. Nos impacientamos si un vídeo tarda en cargar, si un proyecto no da frutos rápidamente o abandonamos al menor tropiezo. Pero, la historia, nos recuerda que el valor de los procesos largos sigue intacto. Sin constancia, nada realmente valioso se sostiene en el tiempo.

    La constancia es el hilo invisible que une la intención con la realidad. El verdadero avance proviene de la firmeza de quien avanza incluso en los días grises. Cada pequeño acto repetido, cada decisión cotidiana con propósito, es un paso a favor de nuestro futuro. La vida premia a quien persiste. Hace años, un amigo decidió correr su primera maratón. No era un atleta ni tenía una condición privilegiada, pero adoptó una estrategia sencilla: correr cada día, sin excusas. No importaba si llovía, si estaba cansado o si tenía que madrugar. Durante meses, acumuló pequeños esfuerzos hasta que, sin darse cuenta, el día de la carrera se encontró con la resistencia suficiente para llegar a la meta. No fue la fuerza bruta ni la inspiración momentánea lo que lo llevó hasta allí, sino la repetición constante de un mismo acto, día tras día.

    El problema de la procrastinación no es la falta de talento ni de sueños, sino la ausencia de sistemas que nos ayuden a avanzar cuando la motivación flaquea. La verdadera clave está en diseñar hábitos que sostengan el esfuerzo. Algo tan simple como fijar una hora específica para trabajar en nuestro objetivo o establecer pequeños hitos puede hacer la diferencia. James Clear, autor de “Hábitos Atómicos”, lo explica de manera magistral: si queremos escribir un libro, no debemos obsesionarnos con terminarlo, sino con escribir una página cada día. La disciplina no es un don reservado para unos pocos, sino una capacidad que se entrena. Y la buena noticia es que nunca es tarde para comenzar. Cada día es una oportunidad para empezar de nuevo, para construir aquello que deseamos. La clave está en entender que no son los grandes gestos ni los momentos de brillantez los que definen nuestro éxito, sino la constancia con la que, paso a paso, damos forma a nuestro futuro. Ayer mejor que hoy, hoy mejor que mañana.

    Articulistas