Gatos callejeros

23 sep 2019 / 10:39 H.

Andrés Ortiz Tafur

Daba pena: los gatos esperaban alrededor de la puerta a que Teresa les sacara el desayuno y hacía más de una semana que había muerto.

Volví a pasar por allí algunos días más tarde para echar un vistazo y ya no estaban; tal vez acabaron entendiendo que se había cansado de cuidarles y decidido marchar sin ellos, provocándoles un dolor más hondo que el que causa la muerte; o puede que no entendieran nada y simplemente les venciera el hambre y durante una excursión, en busca de alimento, se toparan con un lugar más atractivo y generoso que el que ella les proporcionaba. Los gatos de Teresa eran libres, o salvajes, como a la gente les gusta llamarlos; y es más que posible que ellos la percibieran a ella de la misma manera, libre, salvaje, y que, tras concederle un tiempo prudencial, calcularan que había llegado el momento de dejarla tranquila, a su aire, y emprender otra historia junto a otros protagonistas; porque quizá la cuestión no sea tanto contar con esa mamarrachada de las siete vidas, sino aprender a aprovechar como se debe la única de la que disponemos.