Filtros de talento

    04 feb 2023 / 16:00 H.
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    La provincia de Jaén lleva décadas luchando por retener población. A mediados del siglo pasado la extrema pobreza provocó una fuerte emigración de las zonas rurales a la capital, sobre todo a zonas industrializadas como el País Vasco, Cataluña o Madrid. En este siglo la tendencia no ha mitigado y a la falta de oportunidades se le añade una baja tasa de natalidad y un envejecimiento de la población, consecuencias indirectas del comportamiento de la generación anterior. Esta evolución ha sido común a muchos territorios del Estado, sin embargo, en la última década, advertimos de unas alertas que afectan a nuestra provincia en particular. Llama la atención como la capitalidad deja de ser foco de atracción demográfico y, a diferencia del resto de capitales de provincia, la ciudad de Jaén pierde 5.000 habitantes en los diez últimos años. Los empleos que genera el centro administrativo de la provincia no compensan a los que se destruyeron por la crisis. En el cuarto trimestre de 2022, periodo más favorable para el empleo por la campaña de aceituna, en nuestra provincia había 222.200 ocupados, lo que supone un 35% de la población. La tasa de paro disminuye lo que nos puede llevar a engaño, pues la tasa de actividad se reduce en un 2,54% respecto al mismo periodo del año anterior. Que el paro disminuya no significa que se hayan creado puestos de trabajo, sino que el demandante de empleo ha podido dejar el tramo de población activa, o lo que es peor, ha cambiado su domicilio a otra provincia.

    De estos 220.000 puestos de trabajo, unos 40.000 son empleos públicos. Ante la ausencia de oportunidades y la incertidumbre de un sector privado vulnerable por las crisis, la mayor parte de nuestros jóvenes luchan sin descanso por acceder a este 20% de las relaciones laborales. El afán por lo público supone un filtro del talento para nuestra tierra. Los mejores de cada promoción destinan todo sus esfuerzos en resguardarse al calor del sector público, menguando su ambición una vez que lo consiguen. Como consecuencia de esto el sector privado pierde el talento, la creatividad, la ambición, y los anhelos de esta personas. Las empresas pierden competitividad y por tanto capacidad de generar riqueza. Al final perdemos todos porque el sector público no optimiza estos recursos de oro que se desaprovechan. Los que se arriesgan por el sector privado, como seres vivos, buscarán sobrevivir en las mejores condiciones posibles, y lanzarán sus perspectivas a territorios que les ofrezcan mayor rentabilidad y estabilidad. El talento de nuevo emigrará pues nuestras empresas no tendrán capacidad para retenerlos. Demográficamente el empleador marca el domicilio del trabajador y condiciona el nacimiento de la siguiente generación, lo que nos hace caer en una espiral que nos engulle y de la que es difícil salir. Nos enorgullecemos porque la población está cada vez más formada, pero paradójicamente indicadores de abandono temprano de la educación arraigan a la población. En la medida en que nuestra economía dependa de un sector que demanda escasa cualificación, como es el caso del olivar, habrá trabajo seguro, si llueve. Nos dijeron que de la crisis de 2008 habría que salir cambiando nuestro modelo de crecimiento excesivamente orientado a la demanda interna, y abriendo nuestros mercados al resto del mundo. En el caso de los jóvenes de Jaén esta lección la han aplicado como un dogma de fe.

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