Feliz Año Nuevo

05 ene 2024 / 09:49 H.
Ver comentarios

Felicitar las pascuas o el año nuevo no deja de ser un acto social de cortesía al que hay que responder y agradecer. Pero también es cierto que la facilidad que ofrecen las nuevas tecnologías para este tipo de cosas resta valor a lo que tradicionalmente era un gesto que implicaba mayor esmero y dedicación, eligiendo tarjetas y redactando el texto a mano según para quien fuese dirigido. Hoy día con un golpe de teclado del móvil se puede desear felicidad a medio mundo. Aunque no sé a ustedes, pero a mí me da la impresión de que ha menguado un poco el bombardeo “guasapero” de otros años. Cosa que en bastantes casos se agradece. Y es que ya no hace falta acordarse de nadie, porque hasta de los cumpleaños de tus hijos o de tus padres te avisa el móvil. Y no me extrañaría que, si no está ya inventado, aparezca un programa o una app que se encargue de felicitar las pascuas, onomásticas y cumpleaños de nuestros “contactos”, escribiendo —en la fecha oportuna y sin que tú mismo te tengas que enterar de lo que dice— el mensaje más adecuado para cada uno de ellos. Las redes sociales hacen que la intercomunicación sea ya tan cotidiana que bastaría con hacer una felicitación de Navidad y enviarla a las redes sociales “urbi et orbi” como los papas. Es entonces cuando el teléfono vuelve a cumplir su misión primitiva y nos invita a recuperar el lujo de una conversación tranquila a viva voz con aquellos a los que antes enviábamos tarjetas.

La Navidad llega siempre cargada de ilusiones más o menos factibles o asequibles y de mensajes de todo tipo y procedencia. Desde los burbujeantes anuncios publicitarios que nos llegan con artísticos y sugerentes anuncios de pieles doradas con cremas y aromas exquisitos, tipo “cagolina heguega”, hasta los de nuestros jefes y gobernantes que aprovechan para desear lo que, obviamente, siempre es deseable, un futuro mejor. Empezar un nuevo año siempre tiene su relevancia. Es el momento de hacer balance, como lo hacen las empresas con sus cuentas. Parar, templar y mandar. Coger distancia y pensar por qué te han cogido los toros tantas veces y ver si hay que rectificar. Que será lo más seguro. En la medida en que seamos sinceros con nosotros mismos y con los demás las propuestas serán más o menos viables. Aunque el azar siempre puede empeorar o mejorar expectativas. De entre tanto mensaje destaca este año de nuevo el de Su Majestad El Rey. No porque sea mucho más directo o más natural —que su maquillaje y su montaje lleva detrás—, sino por su claridad a la hora de defender aquellas cuestiones elementales para la defensa de una España unida, democrática y constitucional. Lo de la llamada polarización no es nuevo. Decía Julián Marías que las luchas internas son normales y pueden coexistir con el funcionamiento de cualquier sociedad, pero siempre sobre el supuesto de vivir juntos. El peligro de la discordia llega —ha llegado— cuando una fracción del país no quiere convivir con la otra. Por eso, el rey —su discurso y su propia existencia— es un valor seguro. Porque representa precisamente la continuidad de una gran nación que ha superado guerras y enfrentamientos desde fuera y desde dentro. En tiempos de incertidumbre y convulsiones políticas, cuestionar aquello que simboliza lo que nos une, sea una corona, una bandera o la propia Ley de Leyes sería un grave riesgo de autodestrucción. Feliz Año Nuevo.

Articulistas