Esquivando el paraíso

29 jun 2019 / 11:34 H.

No debería sorprendernos el trazado del AVE Granada-Madrid. El hecho de que la alta velocidad evite la provincia de Jaén es un dato que conocimos y criticamos hace tiempo. Sin embargo, es ahora, al tiempo que se enciende el led de AVE destino Madrid en la estación vecina, cuando se escucha la reivindicación de nuestra tierra gracias a una simple imagen viral que llega a toda España. Debemos aprovechar esta brisa de indignación para elevar el tono de protesta e interpelar ante las diferentes administraciones que ya está bien, que Jaén necesita un apoyo basado en un plan de inversión serio. En un Estado de derecho y democrático la única arma de la que disponemos es la de manifestarnos y la del voto en las urnas. La papeleta apenas ha resultado para elegir a unos representantes cuyas directrices de partido les inhibe de su mandato oriundo, procurando más el mal ajeno que el desarrollo de la demarcación por la que fueron elegidos. La de manifestarnos, pues sí, la aplaudimos, pero con el calor que hace preferimos quedarnos en casa fresquitos, sin señalarnos, conectados a tiendas virtuales o buscando universidades en otras provincias para nuestros hijos. ¿Acaso no somos conscientes de lo que perdemos con este tipo de desinversiones? Seguramente estamos anestesiados por el azote de una crisis que nos convenció de que nos habíamos pasado de espléndidos, nos castigó por tirar el pan duro y que nos hace corresponsables con la austeridad del gasto público y el virgencita que me quede como estoy. Todo gobierno, estatal, autonómico o municipal, debe luchar por evitar las desigualdades. Los mercados son imperfectos y generan desequilibrios que lo público debe corregir. Y así, liberales y socialdemócratas ponen encima de la mesa políticas en un debate ponderado por los resultados electorales. Pero la fuerzas en ese hemiciclo no se posicionan exclusivamente por ideología, sino por representantes de los territorios, de ahí que en el Congreso haya 350 diputados elegidos por circunscripciones provinciales. Sin embargo, la cuestión territorial solamente es jugada con fuerza por catalanes y vascos, precisamente los que menos desigualdades padecen. Y este sistema, por el que nos rasgamos las vestiduras hace cuarenta años, cada día nos hace más pobres. En el mejor de los casos, a los representantes de Jaén les asignan las políticas agrarias y estériles, pues son competencia europea, mientras seducen a independentistas para aferrarlos en sus asientos. ¿Tan difícil es que el sentido común pacte por el desarrollo territorial de nuestro país? ¿Tan complicado es poner en su sitio a supremacistas y déspotas que odian la igualdad de oportunidades de todos los españoles? Basta con analizar los indicadores económicos y demográficos para no dudar de que estamos en la parte del eslabón más débil de una cadena oxidada. Las inversiones públicas en España han caído un 43,4%, y, dentro de estas, las de obra civil un 15%, y las del Ministerio de Fomento, un 13,7%. Y todo esto con los presupuestos de 2018 prorrogados, aquellos que pactó Rajoy con los vascos por una breve investidura. Y lo peor que para 2020 se prorrogarán de nuevo aprobando el techo de gasto o, en el peor de los casos, a dictado de unos listillos que saben cómo asaltar corrales, mientras los tontos les engordamos las gallinas.