Espacios que ocupar
En ocasiones, los recuerdos son como una baldosa suelta, crees que puedes convivir con ellos dando una zancada más larga o pisando sin cargar demasiado el peso. Sin embargo, en los días de lluvia, cuando vas con prisa, acabas con la pernera del pantalón mojada. Hay muchas maneras de volver a ellos, como el olor de un perfume o una canción de nuestra infancia. Si, como escribió John Milton, la mente es su propio lugar, los buenos recuerdos son las ventanas y los malos, estrechos pasillos. Me pregunto si en un momento en el que la gente vive de las expectativas, sin mirar al pasado, se pueden sembrar recuerdos y recoger los pequeños frutos de la felicidad que puedan llegar a dar. Los recuerdos, como la visión del pasado que ofrecía Nietzsche, pueden ser contemplados de forma monumental, o como pequeños objetos de anticuario que hay que tratar con sumo cuidado, si bien en ambos casos nos pueden alejar de la realidad, siendo necesario revisar el pasado y ser crítico con nuestras creencias. Además, el peso de nuestras acciones rara vez concuerda con la gravedad de nuestros remordimientos, por lo que pensemos en ello como algo relativo.