El teclado

    24 dic 2023 / 10:11 H.
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    Se rebela en mi contra. Me atasca las letras. Me retrasa las ideas. Hasta el punto de que cuando las quiero escribir ya se han borrado de la memoria. De la mía claro. Mis manos quizá no han sabido acariciarlo como merecía en el pasado. Uno a veces escribe con rabia y los palos se los lleva el pobre teclado negro de negro y de sucio. Resaltan a la derecha las teclas del numérico, señal inequívoca de que lo he usado poco. A mi favor cuento que el teclado debería ser consciente de mis parkinsonianas dificultades para acariciarle. Estos jodidos temblores impiden dar cariños como uno quisiera. Así parece que cuando acaricio, rasco o golpeo, y eso es difícil de entender por parte del destinatario o destinataria de consabida caricia. Y es normal que se resientan los teclados agredidos y los amores mal atendidos. Vivimos fechas en que la perfección es la línea argumental de cualquier actividad ya sea emocional, política, funcional o artística. No digamos la económica que necesita el céntimo para ser cuadrada correctamente. Sin ir más lejos, a mi espalda se escuchan los sonidos de la alegría repetidos mil euros, mil euros... Y el gordo sin salir. ¿Me explico? El gordo. Como si la lotería la hubiera diseñado Botero en un esfuerzo intelectual para empezar a asumir que lo gordo también es bello y necesita de amores y caricias como cualquier orgulloso numerejo de pedrea.

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