El muerto

    22 abr 2021 / 10:40 H.
    Ver comentarios

    Había muerto pobre y solo. Fue a su tiempo justo cuando murió, pero San Pedro le dio una prórroga. Detrás de la cortina estaba el dormitorio. Ellos iban llegando e iban sentándose; ponían el respaldo de las sillas contra la pared. Tenía parientes, pero los parientes vivían lejos y no vendrían al entierro. Él se encargó de todo. Contrató a las mujeres para el rezo de las Avemarías y Padrenuestros; y a las plañideras para llorarlo hasta el cementerio. Se concertó con un coro de lisiados que compondrían el duelo. Eligió la caja barata, que llevaron cuando el duelo estaba completo y la dejaron en mitad de la estancia. Esperaron a que llegara y dispusiera sacar al difunto para acomodarlo en la caja. No se habían atrevido a correr la cortina del dormitorio por no turbar la paz del muerto. El cura y el sacristán venían de camino con sus ornamentos y gran estruendo de campanas y olor a incienso. Esperaban que él, que acababa de llegar, corriera la cortina y pidiera ayuda para sacar al difunto. Pero no hizo eso. Se abrochó la capa al cuello, calzó los botines de charol negro y dando un bote de tirititero se acomodó dentro. Entonces volvió a su estado original, porque él mismo era el muerto.

    Articulistas