El legado de Francisco
Esta semana será decisiva para el futuro de la Iglesia Católica, si finalmente el cónclave que tiene que elegir al nuevo Papa encuentra razones suficientes para un consenso que a priori no parece sencillo. Será el momento de conocer si el legado del papa Francisco ha servido realmente para consolidar una nueva etapa sin retorno en
el nuevo camino que emprendió hace ahora casi trece años.
La consternación generada por su muerte evidencia que el papado de Francisco no ha sido indiferente en un contexto geopolítico y social de cambios y en el marco de una iglesia que hacía décadas que perdía fieles e influencia política. El papa Francisco ha dejado una huella profunda en todo el mundo y no sólo en la iglesia católica, con un legado centrado en la misericordia, la justicia social, una Iglesia más inclusiva y sinodal. A través de sus encíclicas, manifestaciones y gestos pastorales, ha impulsado una renovación del pensamiento y de la práctica eclesial que ha generado una mayor simpatía y complicidades en todas las regiones y sociedades.
Al margen de los razonamientos simplistas que hemos venido escuchando en las últimas semanas sobre su posicionamiento ideológico, creo que merece la pena que tras su muerte se analice, estudie y tome como referencia algunas de las encíclicas más importantes que nos ha dejado y que realmente pueden contribuir a guiar este nuevo orden mundial, que tantos vaivenes está dando en los últimos tiempos. Aunque Fratelli Tutti (2020) ha tenido un fuerte impacto en el ámbito de la fraternidad y la justicia social, la encíclica de Francisco que puede considerarse más trascendente por su alcance social es sin duda la denominada “Laudato Si” de 2015, donde aborda la crisis ambiental como un fenómeno estrechamente vinculado a la pobreza, la exclusión y la desigualdad. También habla en este texto de los cuidados y de la dignidad humana. En mundo tan necesitado de cuidados, es interesante que un guía como él, nos aconseje defender los derechos humanos —la vivienda, al trabajo, a la salud, etcétera— y sobre todo nos anime a cuidar a los demás y relacionarnos con la comunidad.
También es reseñable que este documento papal haga un llamamiento explícito a escuchar a los científicos y a los movimientos ambientales, por ejemplo, lo que le ha llevado a conectar con los jóvenes, tan apartados de la iglesia en todos nuestros países. Todas estas reflexiones han servido de base moral incluso para políticas públicas de desarrollo sostenible y economía circular.
El Papa tuvo también un papel importante durante la pandemia con sus continuos mensajes de fraternidad y el amor social, reforzando los valores de solidaridad, diálogo interreligioso y derechos humanos. En definitiva, Francisco ha impulsado un modelo de Iglesia de “caminar juntos” y ha roto muchos esquemas de la iglesia superados por la realidad social. Es precisamente esa conexión social, la que no debería perder en la próxima etapa. Ser la iglesia de todos y de todas y no sólo de unos pocos fieles, es su principal legado. Mantener el compromiso con los más pobres y excluidos, avanzar en una visión integral de la sostenibilidad, simplificar las estructuras de la curia y ofrece una mayor transparencia debería de ser un camino sin retorno. Ojalá contemos con un papa continuista que aproveche el momento reformista en la Iglesia, y siga profundizando en la justicia social y ambiental, para seguir sosteniendo la credibilidad ganada por Francisco.