El hilo invisible

    11 oct 2025 / 09:30 H.
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    Tras el descanso estival, regreso a esta columna con la sensación de que no hay nada nuevo que contar. Poco ha cambiado en el panorama político: los mismos temas, las mismas atrocidades invaden nuestras pantallas. El genocidio en Gaza nos muestra una vez más que el hombre es el peor enemigo de la humanidad, que los que antes fueron masacrados ahora se convierten en verdugos. Miro hacia mi interior, tratando de buscar emociones más amables. Dentro de mí encuentro el caos, tras meses de baja médica he regresado al trabajo. Deseo dejar el cáncer atrás, quiero cerrar ese paréntesis de mi existencia, aunque sé que la incertidumbre me acompañará el resto de mi vida. No voy quedarme con los malos momentos, sino con la fuerza que me ha acompañado durante todo el proceso, que ni yo sé de dónde la he sacado. Me quedaré también con la humanidad y compasión de los profesionales de nuestra sanidad pública, que me han mirado a los ojos para empatizar con mi sufrimiento y me han dedicado un tiempo precioso, aun estando desbordados de trabajo. Y, cómo no, me quedo con las mujeres valientes con las que he compartido habitación de hospital o sala de espera, todas ellas unidas por un hilo invisible tan fino como indestructible.

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