El futuro de la banca

11 ene 2020 / 12:02 H.
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Corren tiempos difíciles para las entidades financieras. El precio del dinero sigue en caída libre y cada vez resulta más difícil mantener una oficina abierta al público. El otro día escuchaba cómo una jubilada se quejaba porque la entidad donde cobra su pequeña pensión le planteaba una comisión de mantenimiento de nueve euros al mes, salvo que contratara productos financieros que, en principio, no necesitaba. Los particulares en general no tenemos en nuestro mapa mental de gastos una comisión para el mantenimiento de una cuenta, como sí asumimos sin problema el canon de agua, la electricidad, el teléfono móvil, el internet o la plataforma de televisión preferida. Históricamente las entidades financieras han venido prestando este servicio de forma gratuita encontrando la rentabilidad en comprar el dinero a los ahorradores al tipo cero. Sin embargo, ahora los bancos y cajas pueden comprar el dinero a tipos negativos. El Euribor es el tipo de interés al que los bancos se prestan el dinero y desde hace 4 años es negativo.

En 2019 ha marcado mínimos históricos cercanos al 0,4 por ciento por debajo de cero. Esto quiere decir que si nuestro banco necesita dinero para prestarlo, le va a salir más barato comprarlo en cualquier banco europeo que cogerlo de nuestra cuenta. Tanto es así que incluso nos planteará cobrarnos tanto más cuanto mayor sea nuestro saldo. Siendo así, el banco, que es una empresa y necesita ganar dinero, lógicamente, tendrá que cobrar por los servicios que presta. Y estos servicios resultan hoy día imprescindibles. Muy pocas personas podrán prescindir de tener un IBAN en el que gestionar cobros y pagos. A priori, el tener tipos bajos es un atractivo para la economía. Se incentiva el consumo porque el ahorro está penalizado, y endeudarse resulta interesante pues puedes obtener apalancamiento positivo, es decir, la rentabilidad de la inversión es superior al coste de la financiación. Sin embargo, consumidores y empresas, probablemente por la incertidumbre, temen endeudarse y prefieren perder dinero ahorrando. El crédito bancario ha bajado en la última década un 40 por ciento. El sector es sensible a estos hechos. En los últimos diez años se han cerrado más de 19.000 oficinas en España y la pérdida de empleo va a un ritmo de más de 3.000 personas por año.

En Jaén han cerrado 150 oficinas en la última década, y se han perdido más de 200 empleos. Y con todo, la ratio de créditos y depósitos por número de oficinas en Jaén no llega ni a la mitad de la media de España, con lo que mal panorama se atisba. Si a esto le unimos la enmarañada legislación que regula cualquier producto financiero y exige una compleja formación adicional, la otrora envidiada profesión de banquero se ha convertido hoy en una actividad de alto riesgo. El sector ha de afrontar nuevos retos, en particular los relacionados con los avances tecnológicos y digitales y, sobre todo, recuperar la confianza de los consumidores minada por la última crisis financiera. Que una provincia como Jaén pueda evitar la exclusión financiera y que se puedan prestar servicios en todos sus municipios es un propósito que responde más a criterios sociales y de responsabilidad con el territorio que a criterios económicos. Ojalá que podamos seguir presumiendo por ello durante mucho tiempo.

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