El fracaso del año
Ha llegado la hora del relevo en el calendario de actuaciones. Los encargados de la regiduría del gran teatro del mundo apremian al pobre año 2025 para que vaya preparando su último acto. El envejecido año, encerrado en su camerino se afana en remendar su desgastado vestuario con la intención de afrontar con cierta dignidad el inevitable mutis del 31 de diciembre. La suya ha sido una puesta en escena intensa, sobreactuada y llena de excesos. Y aún así, el pobre viejo año, con la mirada perdida, agazapado entre bastidores, intenta evadirse de las brumas que le rodean, tratando de rememorar algunos buenos momentos vividos en la escena. Sobre todo en el prometedor inicio. Y es que, en su estreno, a principios de enero, hacía su debut cargado de ilusión y decidido a llevar a cabo una actuación memorable. Pero hay que reconocer que el desarrollo de la obra ha dejado mucho que desear. Guerras infames y crueles matanzas han sembrado un poso de humo y olor a pólvora en ciertos rincones de la oscurecida tramoya. Fragmentos derribados de la escenografía son mudo testigo de la intensidad del drama.
Entre bambalinas, el viejo y cansado año trata de arreglar los restos de su emborronado maquillaje para no ahuyentar al auditorio. Pero el público, inconstante, va abandonando a hurtadillas la sala
Y en la concurrida puerta, los corrillos de espectadores comienzan a hacer balance de lo presenciado. Podría parecer que estábamos en el territorio de la comedia, del esperpento, opinan los críticos especializados, pero algunos giros forzados, nos han conducido a los territorios de drama, e incluso de la tragedia.
Ha sido una actuación muy complicada para el pobre viejo año que, consciente del cansancio de su público, se arrastra cansinamente por las tablas del teatro, esforzándose por lograr un último giro que le redima ante la exigente audiencia. Pero no parece fácil que los autores del enrevesado guión que le ha tocado representar, estén por la labor de ayudarle con un desenlace digno.
Y es que, las historias que se han sucedido a lo largo de los doce meses de actuaciones ininterrumpidas, han desarrollado, con demasiada frecuencia, unos argumentos difíciles de defender en escena. Y lo peor es la sensación de que no había nadie al volante, la trama ha avanzado a trompicones sin que existiera un propósito, un sustento, capaz de hacer coherente el desarrollo de lo que ha estado pasando. Y sin embargo, en un lugar estratégico del patio de butacas, los aduladores del principal guionista del espectáculo —procedente de los Estados Unidos de América—, han aplaudido sin pudor los disparates y las ocurrencias del improvisado libreto. Logrando contagiar su fingido entusiasmo a una parte importante del auditorio, de escasa capacidad crítica.
Y a pesar de todo, el viejo 2025 derrocha sus últimas energías tratando de captar la atención de la audiencia. Aunque el ruido y la furia con la que se ha desarrollado la representación apenas le han dejado un leve hilo de voz con el que sostener su personaje, mientras asiste compungido a la inevitable desbandada del público que se asoma en masa a la cartelera, esperando que se anuncie el brillante debut de la nueva atracción de la escena, el prometedor 2026 que sin duda supondrá un impulso en el glorioso repertorio del gran teatro del mundo.