El epiplón

    02 may 2022 / 16:00 H.
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    El epiplón, además de un pliegue situado en el estómago, que fija y aporta riego sanguíneo a nuestras vísceras, es un constructor de aviones imaginarios que aterrizan en Vigo con la sola idea de insuflar aire a una gaita, la misma gaita que a Augusto no le dejaba hacer la siesta en Venezuela, porque su hijo, de pronto, decidió que era gallego, pese a haber nacido trece años antes a miles de kilómetros de Galicia. Augusto, sufrido coprotagonista de esta historia y ahora cirujano en el hospital San Juan de la Cruz de Úbeda, es uno de esos tipos que, además de sus prodigiosas manos y de la sapiencia que le reportan la universidad y la práctica, se sirven de la conversación y la camaradería para inyectar ánimo y positividad en el delicado estado de sus pacientes: si no tiene tiempo, pasa como una exhalación, solo para comprobar que todo está bien o todo lo bien que puede estar; si lo tiene, saca el celular para mostrarte un vídeo del hijo pelirrojo que prefirió no subirse al avión con su padre y su hermano y quedarse allá, en la Valencia venezolana, haciendo música y kitesurf. Y el kitesurf, además de un deporte acuático que precisa de una cometa para el deslizamiento del deportista, es una pócima mágica que nos ayuda a tomar conciencia de la exquisitez de nuestra sanidad pública y del abrigo impagable que dispensa sabernos en manos de personas como Augusto y sus compañeras y compañeros. Gracias a todas ellas.

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