El entrenador asesinadito

    21 dic 2025 / 08:49 H.
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    El caso de la mujer asesinadita” es una extraordinaria obra de Miguel Mihura, en la que una pareja de viejos enamorados finalmente se reencuentran en el cielo, “—Tardaste mucho en venir; —Sí”, que protagonizó en los 90 en el Teatro Alcázar de Madrid la gran Amparo Rivelles, y Xabi Alonso es el entrenador asesinadito, que soporta malherido en la batalla a lomos de un caballo como aquellos remotos vaqueros de las películas de Sam Peckinpah. Florentino Pérez es un presidente/presidencialista que se cansa pronto de los entrenadores. Frecuentemente los mantiene durante algún tiempo en el cargo por inercia, no por convicción. Así desde la última temporada de Zidane hasta la de Ancelotti. Pero ahora existe la sensación de que Florentino se ha cansado demasiado pronto de Xabi, por lo que se intuye que lo fichó como técnico del Madrid sin excesiva convicción: había que prescindir de Ancelotti y no se vislumbraba mejor entrenador en el mercado. Porque hace años tuvo un desencuentro con Klopp que no ha cicatrizado. Alonso, pues, habita en un permanente sin vivir en el banquillo blanco (ignoro si a esta hora ya lo habrán cesado) de manera poco comprensible. Porque, como ha escrito Jorge Valdano, Xabi es acusado de hacer lo que le pidieron. Y abunda Valdano en ‘El País’: “Cuando Xabi pierde, a tenor de las preguntas que le hacen en rueda de prensa, solo falta que lo metan preso y, cuando gana, es el mismo preso al que liberan por buena conducta”. Porque de Ancelotti se decía en tono despectivo que era un gestor del vestuario, y de Alonso se ponía el acento en su capacidad de estratega, algo suficientemente probado durante su brillante experiencia al frente del Leverkusen, un conjunto deslumbrante hace dos temporadas en la Bundesliga, en la que fulminó al poderoso Bayern de Múnich. Xabi convirtió a su Leverkusen en un equipo de autor.

    Pero el Madrid nunca será un equipo de autor. El Madrid disfruta tradicionalmente con espacios, corriendo, y a la espalda de los defensas contrarios. Así de Miguel Muñoz a Ancelotti pasando por Vicente del Bosque. Y, sobre todo, con Luis Molowni, cuya estrategia de pizarra consistía en decir a sus futbolistas antes de cada partido: “Salten al campo y jueguen al fútbol”. El Madrid es un equipo de jugadores. El Barcelona, sin embargo, lo es de entrenadores. Se recuerda el Madrid de Di Stéfano, de la Quinta del Buitre, de Cristiano Ronaldo. Y se habla del Barcelona de Cruyff o de Guardiola. El destino de un técnico madridista consiste en adaptarse a las características históricas del juego del equipo, no a imponer sus reglas futbolísticas. Rafa Benítez fracasó como técnico blanco. Y también Manuel Pellegrini, a quien, tras el “alcornocazo”, el diario “Marca” dedicó una portada con la fotografía del rostro del entrenador y un titular llamativo: “Hay que poner a este hombre en los Pirineos”. El Madrid necesita urgentemente recuperar la inercia de que domina los partidos, no de que los sobrevive. Y Xabi debe desoír el consejo de Pep Guardiola (aquello de que mee con la propia, etcétera). Tras el triunfo del domingo frente al Alavés (1-2) escribió Javier Sillés en ‘As’: “Un partido que consagra el giro pragmático del técnico. Ahora quiere que su equipo corra en las transiciones por encima de todas las cosas, también del juego, que no lo tiene”. Y ahí está Xabi, que cuando llegó a Valdebebas en verano era puro esplendor en la hierba, y ahora aparece gris y desnudo, como los melancólicos árboles del invierno.

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