El desafío de la longevidad

    22 oct 2023 / 09:05 H.
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    La verdadera bomba demográfica de nuestro país es el envejecimiento. El descenso de la mortalidad a la vez que el de la fecundidad transforman la economía. Recientemente conocimos que la tasa de natalidad en España marca mínimos históricos situándose en la segunda más baja de la Unión Europea. En la provincia de Jaén la natalidad ha caído un 21,3% desde 2016, probablemente empujada por la falta de oportunidades. No son tiempos fáciles para criar un hijo. Por el contrario, el número de mayores de 64 crece año tras año, lo que provoca un índice de envejecimiento (mayores de 64 sobre menores de 16) cada vez más elevado. El resultado es que en pocos años las ventas de pañales para personas mayores superarán a las de los bebés. A nivel macroeconómico cada año el sector relacionado con los mayores, la denominada “silver economy”, crece un 0,25% del PIB, manteniendo 300.000 empleos directos. No es de extrañar que fondos de inversión internacionales controlen los grandes grupos de residencias en España. La administraciones públicas y las empresas deberán adaptarse a las peculiaridades que rigen este tramo importante de la población. No hacerlo será un error estratégico. El sector bancario se inquieta ante el movimiento “soy mayor, no idiota” por el que se reivindica una mayor atención para aquellas personas con dificultades de gestionar tecnologías inhumanas y desconocidas para ellos. No debe ser imposible hacer sucursales más accesibles para un sector en el que los cinco bancos españoles del IBEX35 han ganado más de 10.000 millones en la primera mitad de año. Todos los productos y servicios van a estar condicionados al envejecimiento. Incluso las grandes empresas procurarán retener talento con ayudas a sus trabajadores para cuidar de sus mayores. Ya es una realidad el desarrollo de la asistencia sanitaria a los hogares o la telemedicina, que evita el desplazamiento a centros de salud, incluso los restaurantes ofrecerán cartas nutricionales más amigables con personas de la tercera edad. Las casas se adaptarán a las necesidades específicas incorporando la domótica y la robótica para mejorar la vida. Técnicas de geolocalización, detección de caídas, y soluciones de alojamiento en función a la dependencia. A esta tendencia también habrán de adaptarse las ciudades con un urbanismo acomodado a lo que necesitan nuestros mayores. Una población con más tiempo libre, con ganas de viajar, y especialmente demandante de ocio y programas culturales de calidad. Incluso nos familiarizaremos con productos financieros como las hipotecas inversas o la renta vitalicia inmobiliaria a cambio del traspaso de la propiedad de la vivienda en la que se mantiene el usufructo. El gran desafío de esta longevidad está en la financiación. El sistema nacional de pensiones podrá superar la adversidad demográfica en la medida en que se alcancen hitos económicos como el pleno empleo y un importante incremento de la productividad. El reto será tanto público como privado. Público porque habrán de tomarse en serio las dotaciones presupuestarias a la dependencia, y privado, porque en este sector, especialmente sensible, no habrá rentabilidad sin ética.

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