El
balneario

    24 mar 2022 / 16:16 H.
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    Basilio, que era un portento en Química, se jubiló de la refinería donde trabajaba y vino al Balneario. Añoraba a sus gentes y el fuerte sabor a hierro de las aguas de la Paz y san Luis, que brotan desde dentro de la madre del río. Al llegar, preguntó a Sebastián; y éste le informó que su antigua novia se mantuvo a la espera, y no quiso otro novio. A los nueve meses de que los cómicos instalaran la carpa en el Paseo de la Libertad, salió madre soltera y tuvo una hija. Esta hija se casó con Zacarías. Zacarías el manco tuvo una enfermedad mala. Se le inflamó la cara. El ojo derecho se hinchó y no lograron sacarlo a capítulo: solo veía con el izquierdo, que era el malo. Yendo a quirófano dejó un papel diciendo que si se iba al otro mundo no hubiera cuidado: que volver, lo que se dice volver, pensaba volver y arrastrar de las greñas a la suegra, porque le negó la sal y el agua, y lo llamó holgazán, que aún siendo ello cierto (aunque él no podía asegurar si lo fue o no) nunca debe decirse a un yerno. La suegra, por si acaso y para su mayor seguridad, hizo el petate y marchó a la casa madre de las monjas de los Desamparados en Valencia. A la presente, concluyó Sebastián, con ellas sigue.

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