Don Manuel Bueno

    15 feb 2024 / 16:27 H.
    Ver comentarios

    Lo recuerdo en mi infancia como seminarista con sotana y roquete en Torredonjimeno, un día le vi rapada la “coronilla”, ya era sacerdote y celebró su primera Misa en Santa María (1959); en mi etapa universitaria granadina frecuenté sus eucaristías y las de don Antonio Ceballos —dos santos— en el seminario teológico de Jaén en la calle Cañaveral, cerca de mi casa. Aquí en Jaén fue mi párroco en Cristo Rey —aunque siempre he sido tosiriano de San Pedro— y era muy querido por la feligresía hasta el final. Una mañana de junio de 1998, en San Ildefonso, fui agobiado a confesarme, me regaló la Extremaunción; perdí el miedo y salí sereno para la cirugía a corazón abierto, providencialmente exitosa. He contado mis personales recuerdos y experiencias para glosar la figura de un santo —bueno era de nacimiento—; su piedad de seminarista; su saber teológico y moral como formador; su caridad y ternura en la acogida como sacerdote y la rectitud del párroco. Cuando fue prelado de honor, le felicité como “Monseñor” y me dijo sencillamente “yo soy Manolo”; un modelo de probos sacerdotes. En sus exequias, el obispo nos conmovió a todos al contar cómo recibió de él, arrodillado, su última bendición.

    Articulistas