Descanso político
Las vacaciones estivales llegan a las Cortes Generales, a los parlamentos autonómicos y a los ayuntamientos. No son unas vacaciones al uso debido a que nuestros representantes en las instituciones no pueden desconectarse del todo en los períodos vacacionales, entre otras cosas, porque los problemas de la ciudadanía siguen latentes y es necesario prestarles la debida atención. Pero no es menos cierto que permiten un descanso en la vorágine informativa a la que está sometida la ciudadanía durante todo el año. Al menos, en este período vacacional, podremos descansar de la cantidad de noticias que cada día se generan y que producen vergüenza en las actuaciones de determinados personajes de la vida política española. El cierre temporal de las Cámaras permite un merecido descanso de sus señorías pero también de los espectadores televisivos, lectores de prensa u oyentes de radio hartos y aburridos del lamentable espectáculo al que nos somete la clase política. Las tramas corruptas han afectado en los últimos tiempos a cuestiones relacionadas con hechos supuestamente delictivos en lo económico, en lo referente a escuchas telefónicas y mensajes de WhatsApp, para ejercer el soborno posterior contra alguien del mismo partido político o del partido contrario, afín o no afín ideológicamente hablando, y todo ello bajo el hostigamiento informativo que hemos tenido que soportar. Hemos asistido atónitos, aunque con interés, a los mensajes emitidos entre personajes que desprecian la ética y el respeto a las personas y que, en los últimos días, se acrecienta con el tema de las titulaciones académicas de algunas de sus señorías. Los escándalos recientes sobre títulos falsos o inexistentes y los currículos abultados ponen de manifiesto un grave problema que bien podría tener dos vertientes. Por una lado, aquella que tiene que ver con la ausencia de normas que los partidos políticos deberían establecer para la selección de las personas que nos van a representar y que, además, van a gestionar con dinero público y, por otro, la relacionada con la inexistencia de filtros internos en los partidos a la hora de elegir los cargos políticos. Muchos creían que para ejercer un cargo público bastaba con el servilismo al líder, pero parece que queda mas arropado si se exhibe una titulación aunque no se posea. La obtención de un título universitario es la recompensa a un esfuerzo de muchos años y que capacita para acceder a una determinada profesión. Es muy fácil de controlar y acreditar la posesión de un título oficial. El Ministerio de Educación, en su sede electrónica, a través del servicio gratuito “Consulta de Títulos Universitarios”, permite consultar los títulos universitarios oficiales españoles de los que eres titular y, si lo deseas, generar un código de autorización para que terceros puedan consultar esta autenticidad. Es decir, que los propios partidos pueden comprobarlo pero desgraciadamente no lo hacen. Prima el servilismo al esfuerzo. ¿Como es posible que se puedan acreditar en los currículos incluso titulaciones que no existen en el Catálogo oficial? Pero al final no pasa nada. Se corrige y donde ponía “licenciado en...” se pone “cursó estudios de...”. Como último recurso basta con dimitir y todo arreglado. En estos días la llama informativa se apaga lentamente y nos entra una alegría inmensa de no ver, leer u oír como nos engañan. Qué paz se siente al no escuchar u oír los comportamientos de los que nos representan. ¡Qué necesario es este descanso político! Pero la llama se volverá a encender en cuanto sus señorías vuelvan de sus retiros vacacionales que seguramente aprovecharan para poner al día sus currículums y de paso poner a funcionar la fontanería para buscar y escudriñar sobre alguien al que decir y “tu también”. En consecuencia hay solo una cosa cierta: aquellos que mienten en sus currículos estas deslegitimados para ejercer cualquier actividad pública.