Decálogo del cervecero

    14 jun 2021 / 16:20 H.
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    Tres cervezas a mediodía parten el sábado sin romperlo. Una suerte de desconexión que te permite seguir como si nada, después de todo: qué sé yo, la compra, una película, un paseo. Cuatro nadie se toma. Me refiero a tomar cuatro cervezas y dejarlo ahí, en suspenso. Al contrario, la cuarta se erige en un ave de paso que cede su sitio a otras cuatro, o a dos vinos, un café y una copa que luego son dos o tres. Y con cuatro cervezas, dos vinos y dos o tres copas ya no, seamos sinceros: que le den a la película, a las compras y al paseo. Cero es horrible, como comer siempre lechuguita, espinacas y pechuga de pollo. Está bien llenar el carro del súper como si fueras a hacer eso, comer siempre lechuguita, espinacas y pechuga de pollo. Llevarlo a cabo, no. Eso está mal y listo. Y una o dos cervezas en el mediodía de un sábado, tampoco. Una o dos es muy triste, joder, tristísimo, como esa gente que brinca los cuarenta y todavía se afana en estudiar alemán o chino. Tres, a bote pronto, desde la llanura de un lunes o martes, con proyección al oasis que construimos alrededor del sábado, pueden sabernos a comida precocinada o a un polvo sin ganas o a tocar madera tras ver pasar un coche fúnebre; y quizá estemos en lo cierto. En ese caso, recomiendo no esperar y tomar tres de inmediato, mientras fríes la pechuguita. Cuatro, si tal acceso se produce en miércoles o jueves. Y el viernes, mejor no contemos.

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